Conceptos básicos del
análisis económico marxista - Segunda parte.
Por
Anwar Shaikh
Ganancia por producción
de plusvalía
Con el ascenso del
capital industrial, se hizo cada vez más claro que la ganancia industrial era
muy diferente de la ganancia por enajenación. Esta dependía del comercio y del
intercambio desigual, mientras que aquélla estaba atada a la producción, el
trabajo asalariado y el intercambio aparentemente igual [xvii].Precisamente
con el fin de localizar la diferencia entre las dos formas de ganancia, Marx
insiste en la explicación de la ganancia industrial aun en la situación en que
todos los intercambios sean esencialmente iguales [xviii].
Marx comienza señalando
que toda sociedad debe, de alguna manera, dedicar el tiempo de trabajo a su
disposición a la producción de los bienes y servicios necesarios para
mantenerse y reproducirse. En las sociedades de clase, la reproducción de la
clase dirigente requiere que ésta sea capaz de extraer un producto excedente de
las clases subordinadas. Esto significa que toda clase dominante debe hacer,
por cualquier medio, que las clases subordinadas trabajen más allá del tiempo
necesario para producir sus propios medios de consumo, por cuanto con este
tiempo de trabajo excedente se crea el plusproducto requerido (véase la sección
sobre explotación en este Capítulo).
El mismo proceso básico
opera en la sociedad capitalista, pero está oculto bajo la superficie de
relaciones de intercambio y magnitudes monetarias. Para demostrar tal cosa,
Marx comienza suponiendo que el precio monetario de cada mercancía es
proporcional al tiempo de trabajo abstracto total socialmente necesario para
su producción (su valor trabajo). En el caso del trabajo asalariado, esto
significa que los salarios monetarios son proporcionales al número de las horas
(v) que los trabajadores deben laborar en un día dado para producir sus medios
de consumo colectivo diarios. Bajo tales circunstancias todas las mercancías,
incluso la fuerza de trabajo (la capacidad de trabajo), se intercambian en
proporción al tiempo de trabajo socialmente necesario para su reproducción.
Todos los intercambios son, por lo tanto, iguales en un sentido social
fundamental, de tal forma que (por el momento) la ganancia de enajenación
queda por fuera de consideración.
workers (Edges)Durante
el proceso de producción, una cantidad particular de medios de producción
(materias primas y máquinas) es utilizada cada día. El tiempo de trabajo
abstracto (c) que previamente se necesitó para reproducirlos es, en consecuencia,
transferido al producto. Si agregamos a esto el tiempo de trabajo laborado por
los trabajadores en un día dado (l), la suma resultante (c+l) representa el
tiempo de trabajo abstracto total socialmente necesario para producir el
producto diario.
Si el intercambio es
proporcional a los tiempos de trabajo, el precio del producto social total es
proporcional a c+1. Pero el costo monetario correspondiente a la producción de
este producto es proporcional a c+v, puesto que c representa el costo de
trabajo abstracto de los medios de producción utilizados y v representa los
costos correspondientes a los trabajadores empleados. De aquí se deriva que las
ganancias agregadas existirán sólo si c+l > c+v, lo que implica 1 > v. En
otras palabras, cuando los precios son proporcionales a los valores trabajo
(intercambio igual), la ganancia es la expresión monetaria directa del tiempo
de trabajo excedente p = l – v > 0. Este tiempo de trabajo excedente,
ejecutado por los trabajadores que producen mercancías para los capitalistas
(esto es, que producen capital-mercancía), es lo que Marx llama plusvalía.
Incluso cuando el
intercambio ya no se considere proporcional al valor-trabajo, la conexión entre
ganancia y plusvalía se mantiene, pero de una manera más compleja. En efecto,
cuando los precios se desvían de su proporcionalidad con los valores trabajo,
pueden darse transferencias de valor desde un grupo de negociantes hacia otro.
En estas circunstancias las ganancias totales pueden apartarse de su
proporcionalidad con la plusvalía total -aun cuando, en términos agregados, las
ganancias y pérdidas debidas a transferencias de valor se cancelen
exactamente. Esta aparente paradoja, que ha perturbado por largo tiempo la
extensa literatura del llamado problema de la transformación, es resuelta
fácilmente una vez se reconoce que la ganancia es una medida que sólo recoge
una parte de las transferencias totales de valor involucrado. Por definición,
la ganancia agregada es simplemente la diferencia entre el precio del producto total
y el precio de aquella porción de este producto que corresponde al flujo de
mercancías utilizadas como “insumos” en la producción, sea en forma directa
como medios de producción o indirecta como bienes-salario. A medida que el
valor es transferido entre el producto total y los insumos particulares, la
ganancia que los productores capitalistas en su conjunto puedan obtener,
gracias a precios de venta más altos, es, al mismo tiempo, lo que perderían con
mayores costos de los insumos.
Las ganancias totales
se mantienen inmodificadas debido a que la retroalimentación que se establece
entre el precio de los productos y los precios de los insumos particulares
evita cualquier transferencia total de la plusvalía. Pero no puede decirse lo
mismo de aquellas transferencias que comprenden las porciones restantes de
producto agregado, que entran respectivamente en el acervo de capital de la
firma (como inventarios, planta y equipo) o en la posesión de los capitalistas
mismos como bienes de consumo. En el primer caso, cualquier transferencia se
refleja en los balances contables de las firmas y, a lo sumo, se trasmite sólo
parcialmente a los costos; en el segundo caso, cualquier aumento en las
ganancias debido a un precio de venta más alto de los bienes de consumo
capitalista se refleja en una pérdida correspondiente en la contabilidad
personal de los mismos capitalistas, más que en incrementos en los costos de
sus negocios. Ya que la medición de la ganancia sólo abarca un subconjunto de
las transferencias de valor, la ganancia total puede terminar desviándose en
alguna proporción de la plusvalía -dentro de límites estrictos. Este es
simplemente el mismo principio que subyace a la ganancia mercantilista, lo que
era bien conocido por el mismo Marx [xix].
Consideraciones
adicionales
Primero que todo, es
importante anotar que la ganancia monetaria (con o sin la nivelación de la tasa
de ganancia) sólo se puede considerar como la única expresión de la plusvalía a
un nivel de análisis abstracto. A un nivel más concreto, la plusvalía aparece
como ganancia de los productores, márgenes brutos de comercio, rentas,
intereses, impuestos y dividendos. De manera similar se puede desarrollar el
análisis para explicar las ganancias en las industrias, las firmas en el
interior de las industrias, en las regiones y en las naciones. Dentro de este
movimiento de lo abstracto a lo concreto se encuentra comprendida una sutil y
poderosa teoría de la competencia v los precios sobre cuyas bases se puede
adelantar este análisis.
En segundo lugar,
nuestra anterior discusión sobre la ganancia por enajenación debería llamar la
atención sobre el hecho de que la plusvalía no es la única fuente de ganancias.
La comprensión de este aspecto es uno de los puntos más fuertes del análisis de
Marx sobre los determinantes de las ganancias. Es también una cuestión
histórica y empírica importante por sí misma. Aun considerando el mundo
capitalista moderno, donde la plusvalía es claramente la base principal de la
ganancia, se debe ser cuidadoso al explicar las transferencias de riqueza y
valor desde esferas no capitalistas (pequeña producción y producción de bienes
que no son mercancías) hacia esferas capitalistas -particularmente cuando se
efectúan análisis del llamado “Tercer Mundo”.
En tercer lugar, se debe
anotar que el mismo concepto de transferencia de riqueza y valor está
fundamentado sobre la distinción entre actividades que producen los bienes y
servicios (valores de uso) que conforman la riqueza anual, y actividades que
sirven para transferir esta riqueza de unas manos a otras. Esta distinción es,
a su vez, tan sólo parte de otra más general existente entre las actividades de
producción yde no-producción. Entre estas últimas encontramos no sólo la
categoría familiar de actividades de consumo personal, sino también la noción
clásica de actividades de consumo social, tales como aquéllas contempladas en
el intercambio de bienes, servicios y dinero: las actividades de administración
general en los sectores público y privado; y otras actividades como la defensa
nacional, etc. La producción utiliza valores de uso con el fin de producir más
valores de uso. Los consumos personal y social utilizan valores de uso para
alcanzar cualquier otro. fin deseado. En tal sentido, la distinción entre las
actividades no tiene nada que ver, per se, con otras distinciones como las que
existen entre las actividades necesarias/innecesarias, deseables/ indeseables y
básicas/no básicas. Pero lo que es más importante, la distinción entre
actividades de producción y de no-producción tiene profundas implicaciones para
la manera como se mide y analiza la riqueza de las naciones capitalistas [xx]
En cuarto lugar, dentro
de la categoría general de actividades de producción, surge una diferencia
adicional entre las actividades que. producen plusvalía (es decir, que producen
trabajo excedente para un empleador capitalista) y las que producen valor
(pequeños productores de mercancías) o valores de uso vara uso directo
(hogares, comunidades que producen bienes que no son mercancías). Aunque todos
estos trabajos son productores de riqueza social, tan sólo los primeros son
directamente productores de plusvalía. Es por esto que Marx distingue esta
forma particular de trabajo como el trabajo-que-es producto-de-capital esto es,
que es “trabajo productivo” desde el punto de vista del capital. Como
corolario de lo anterior, se hace necesario distinguir entre la tasa de
explotación.(quese refiere a todos los trabajadores empleados por el capital) y
la tasa de plusvalía (que es la tasa de explotación del “trabajo productivo”
solamente, puesto que es el único que produce plusvalía) [xxi].
Finalmente, es
importante reconocer que las categorías precedentes interactúan en complejas
formas. Por ejemplo, la plusvalía es simplemente la diferencia entre la
duración de la jornada de trabajo (1) de los trabajadores productivos, y la
porción de la misma (v) requerida para producir las mercancías que ellos y sus
familias consumen. Pero la cantidad de tiempo de trabajo social representado
por v no es, en absoluto, la misma cantidad de tiempo de trabajo social
requerido para reproducir a los trabajadores productivos, ya que este último,
generalmente, incluye el trabajo comunitario y familiar involucrado en la
reproducción de la fuerza de trabajo. En la medida en que de estos trabajos no
capitalistas son responsables del grueso de los valores de uso consumidos por
los trabajadores productivos, sólo una pequeña cantidad de mercancías estará
contemplada en esa reproducción. Pero, puesto que los capitalistas sólo
necesitan pagar a los trabajadores lo suficiente para que adquieran la porción
de mercancías que corresponda a su patrón de vida, v será pequeño y s alto. Por
consiguiente, a medida que la producción capitalista socave la producción
campesina y/o familiar, las mercancías comenzarán a constituir una mayor
porción–del nivel de vida de los trabajadores, incluso si el nivel general
mismo declina. Para los capitalistas, los trabajadores se van haciendo
progresivamente más “caros” a medida que sus necesidades de mercancías crecen.
Aunque los trabajadores mismos pueden ser todavía más pobres si su nivel de
vida general decae. Durante ciertos períodos, un salario real creciente es
perfectamente compatible con un nivel de vida decreciente -tal como la
historia de muchos países capitalistas en desarrollo lo indica. Todo nos
conduce a mostrar que ningún análisis de una formación social concreta puede
ignorar las interrelaciones existentes entre ganancia por transferencia de
riqueza y ganancia por producción de plusvalía, entre actividades de producción
y de no-producción, y entre trabajo capitalista y no capitalista.
Leyes generales de la
acumulación capitalista
Las leyes generales
como tendencias dominantes
Al analizar el sistema
capitalista, Marx se refiere constantemente a sus “leyes de movimiento”. Por
ejemplo, habla de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como una ley
general, mientras que’ al mismo tiempo, presenta varias tendencias opuestas
“que contrarrestan y anulan los efectos de la ley general”. Así, pues, surge
naturalmente la pregunta: ¿cómo se origina una “ley” a partir de la tendencia y
la contratendencia? Hay dos formas básicas de responder a esta pregunta. Una
posibilidad estriba en conceptualizar las diversas tendencias como si operasen
en plano de igualdad. El capitalismo da lugar a una serie de tendencias
antagónicas, y el equilibrio de fuerzas existente en una “coyuntura” histórica
particular es el que determina la dirección final del sistema. Desde esta
perspectiva, la reforma estructural y la intervención del Estado parecen
disponer dé gran potencial puesto que, en las circunstancias apropiadas, pueden
inclinar 1a balanza y regular el resultado. Esta perspectiva general subyace en
la mayoría de los enfoques marxistas modernos.
Marx abordó el tema de
una manera bastante diferente. Para él lo crucial era distinguir entre la
tendencia dominante y las diversas tendencias subordinadas contrapuestas, ya
que estas últimas operan dentro de los límites aportados por la primera. Como
las tendencias dominantes surgen de la misma naturaleza del sistema, dándole un
poderoso ímpetu, las tendencias subordinadas operan efectivamente dentro de
límites móviles, y se canalizan, por así decirlo, en una dirección determinada
[xxii]. Desde esta posición ventajosa, las reformas estructurales, la
intervención estatal e, incluso, las luchas de clase que dejen intacta la
naturaleza básica del sistema, tienen un potencial limitado, justamente porque
terminan subordinadas a la dinámica intrínseca del sistema. Una ley_ surge,
precisamente, debido a que hay una tendencia dominante.
Concentración y
centralización del capital
El capital posee dos
aspectos distintos: en relación con el proceso de trabajo existe como una masa
concentrada de medios de producción mandó de un ejército de trabajadores y, en
relación con un capitalista individual; representa la parte de la riqueza
social que está concentrada en sus manos como capital. Sobre estos aspectos del
capital operan, a su vez’, de modo diferente, dos procesos distintos: el
proceso de concentración creciente por medio de la acumulación, llamado por
Marx la “concentración del capital“, y el proceso de concentración creciente
gracias a la competencia y el crédito, al que llama “centralización del
capital“.
La acumulación es la
reinversión de las ganancias en métodos de producción más nuevos y potentes.
Nuevos métodos conllevan una escala de inversión mínima incrementada y un
aumento de la tasa de capital invertido por trabajador, y por tanto, una
creciente concentración del capital respecto al proceso de trabajo. A1 mismo
tiempo, aun cuando la acumulación tiende a incrementar el monto de capital a
disposición de un capitalista individual, la división de la propiedad entre
los miembros de una familia, la separación de los capitales nuevos de los
viejos y el nacimiento de nuevos capitales, todo ello, tiende a aumentar el
número de los propios capitalistas y, en consecuencia, a disminuir el capital
social concentrado en unas pocas manos. Como la acumulación es comparativamente
lenta en relación con estos últimos factores, el efecto neto sobre la propiedad
tiende a ser una descentralización. Como resultado final, la acumulación
concentra el capital en el proceso de trabajo, pero tiende a descentralizar su
propiedad.
La competencia y el
crédito, por su parte, incrementan la concentración en ambos frentes. La
competencia favorece las inversiones en gran escala debido a sus menores costos
de producción, mientras que el sistema crediticio permite a los capitalistas
individuales reunir las grandes sumas necesarias para estas inversiones. La
concentración del capital en el proceso de trabajo avanza así mucho más
velozmente que lo que permite la sola acumulación del capital. A1 mismo
tiempo, debido a que la competencia destruye a los capitalistas más débiles y
el sistema crediticio habilita al fuerte para tragarse al débil, estos dos
elementos conducen a una concentración de la propiedad de capitales que
compensa con creces las tendencias descentralizadoras propias de la simple
acumulación.
En términos generales
el capitalismo es acompañado por la creciente capitalización de la producción,
así como una creciente centralización de la propiedad del capital social
[xxiii]. En el análisis de Marx, ambos fenómenos emanan de la batalla de la
competencia y, a su vez, sirven para intensificarla. En la economía burguesa,
sin embargo, el concepto mismo de competencia “pura”, o “perfecta” implica que
toda concentración o centralización es la antítesis de la competencia. Una vez
se identifica la concepción burguesa con la realidad de la competencia en el
capitalismo primitivo y/o con el análisis que de él hizo el propio Marx, el
hecho histórico de la concentración y centralización crecientes representa
prima facie la prueba del quebrantamiento de la competencia, del ascenso de la
competencia “imperfecta”, del oligopolio y del monopolio. Dentro de la economía
marxista, la tradición dominante originada por Hilferding y desarrollada por
Kalecki, Steindl, Baran y Sweezy, efectúa exactamente esta doble
identificación. Ello lleva a sus proponentes a sostener que el capitalismo
moderno está, en última instancia, regulado por los resultados de las
relaciones de poder entre los monopolistas, los trabajadores y el Estado. Del
lado opuesto, Varga [xxiv] y algunos otros autores más recientes han sostenido
que la concentración y la centralización han intensificado la competencia, en
vez de quebrarla y que la evidencia empírica relativa a la rentabilidad
contribuye, de hecho, a apoyar la teoría de la competencia enunciada por Marx
[xxv]. Hay que señalar que Lenin es reclamado por ambas partes. No es necesario
decir que este debate entraña importantes repercusiones con respecto al
análisis del capitalismo moderno y la actual crisis.
Ejército de reserva de
trabajo
Una característica
inherente a la sociedad capitalista es el conjunto de trabajo desempleado
sub-empleado que se crea y reproduce directamente por la propia acumulación de
capital. Marx denomina a este conjunto “ejército de reserva de trabajo” o
“ejército industrial de reserva”. La acumulación: de capital significa el
incremento de éste, pero conlleva también nuevos métodos de producción, a
mayor escala y más mecanizados, que la competencia obliga a los capitalistas a
introducir. El crecimiento del capital aumenta la demanda de trabajo, pero la
mecanización sustituye a los obreros por máquinas y reduce, en consecuencia, la
demanda de trabajo. Esta, en términos netos, depende, por lo tanto, de la
fuerza relativa de estos dos efectos, y, son precisamente esas fuerzas
relativas las que varían para mantener el ejército de reserva de trabajo.
Cuando el efecto empleo es más fuerte que el efecto desplazamiento durante un
tiempo suficientemente largo como para absorber el ejército de reserva, la
escasez de trabajo y el aumento de salarios resultantes reforzarán
automáticamente el desplazamiento relativo al empleo; el alza de salarios reduce
el ritmo de crecimiento del capital y, por lo tanto, del empleo. Esto, junto
con la escasez de trabajo, acelera el proceso de mecanización y, por consiguiente,
de desplazamiento. De esta forma, la acumulación de capital repone
automáticamente el ejército de reserva [xxvi]. A ello se suma la importación de
trabajo procedente de sectores de alto desempleo y la movilidad del capital
hacia sectores de salarios bajos, lo cual sirve conjuntamente para restablecer
la relación “apropiada” entre el capital y una población relativamente
superflua.
Independientemente de
sus límites históricos, el sistema capitalista ha creado y conservado siempre
un ejército de reserva. El capitalismo moderno abarca todo el globo terrestre
y también lo abarca su ejército de reserva. Las masas hambrientas del Tercer
Mundo, la importación y subsecuente expulsión de “obreros inmigrantes” por parte
de los países industrializados, y la fuga de capital a regiones de salarios
bajos, son simplemente manifestaciones de este hecho.
Tasa decreciente de
ganancia
La ley de la tasa
decreciente de ganancia expresa el resultado del análisis de Marx sobre las fuerzas
básicas que dan lugar a los ritmos de largo plazo de la acumulación
capitalista: largos períodos de crecimiento acelerado que van seguidos
necesariamente por períodos correspondientes de crecimientos desacelerados y
probables convulsiones económicas de gran alcance. La Gran Depresión de los
años treinta fue uno de esos períodos; según algunos marxistas, el mundo
capitalista está nuevamente fluctuando alrededor de una situación extrema. Debe
observarse que este tipo de crisis económica generalizada es bien diferente de
las fluctuaciones cíclicas de plazo más corto, como los ciclos económicos o las
crisis parciales causadas por sucesos específicos, como malas cosechas,
perturbaciones monetarias, etc. Los ciclos económicos y las crisis parciales
se explican por factores más concretos y sus ritmos se superponen, por así
decirlo, sobre el ritmo de largo plazo [xxvii]. El hecho de que puedan
desencadenar una crisis general cuando las condiciones básicas sean propicias
no hace más que resaltar la necesidad de analizar primero los movimientos
básicos en sí mismos.
La fuerza que da
impulso a la actividad capitalista es el deseo de ganancias, lo que obliga a
cada capitalista individual a dar la batalla en dos frentes: en el proceso de
trabajo, contra los trabajadores, durante la producción de plusvalía, y en el
proceso de circulación, contra otros capitalistas, durante la realización de
la plusvalía en forma de ganancias. En el enfrentamiento con el trabajo, la
mecanización aparece como la forma más eficaz para incrementar la producción de
plusvalía, mientras en el enfrentamiento con otros capitalistas, 1a reducción
de los costos unitarios de producción por unidad (precios de costo unitarios)
surge como principal arma para la competencia.
Marx sostiene que los
métodos de producción más avanzados conllevarán instalaciones mayores y más
intensivas en capital, en las que, con una utilización normal de capacidad,
los costos unitarios de producción serán menores. La inversión de mayores
cantidades de capital fijo por unidad de producto es el media fundamental para
lograr economías de escala. Como las plantas a gran escala permiten a un
número dado de trabajadores procesar mayor cantidad de materias primas y
transformarlas en una correspondiente mayor cantidad de producto, tanto las
materias primas como el producto por unidad de trabajo tienden a aumentar a la
vez. A1 mismo tiempo, la mayor cantidad de capital fijo por unidad de producto
implica cargos de depreciación más elevados y mayores costos de materiales
auxiliares (electricidad, combustible, etc.) por unidad de producto. Así,
pues, para métodos más avanzados la capitalización más alta (capital
adelantado por unidad de producto) implica costos no laborales unitarios más
elevados (capital constante por unidad de producto, c ), mientras que la mayor
productividad se manifiesta en costos laborales unitarios menores (capital
variable por unidad de producto, v). A1 final, el costo unitario de producción
c+v debe descender de modo que el último efecto ha de compensar con creces el
primero.
Puede demostrarse que
este modelo supone que los métodos más avanzados tienden a lograr un costo
unitario de producción más bajó a. expensas de una tasa dé ganancia inferior.
La competencia, no obstante, obliga a los capitalistas a adoptar tales métodos,
porque aquellos, con costos unitarios más bajos, pueden bajar sus precios y expandirse
a costa de sus competidores , compensando así esta tasa de ganancias baja por
medio de una mayor participación en el mercado. Como observa Marx, “cada
capital individual se esfuerza por capturar la mayor participación posible en
el mercado y por suplantar en él a sus competidores […]“. En términos de
categorías marxistas, se puede demostrar que el proceso mencionado supone que
la composición orgánica del capital subirá más rápido que la tasa de plusvalía,
incluso cuando los salarios reales, al igual que la amplitud e intensidad de la
jornada de trabajo, sean constantes, de modo que la tasa general de ganancia
decrecerá independientemente de cualquier impulso introducido por parte del
trabajo [xxviii].
Marx indica que la
actuación de diversas influencias contrarias frena, e incluso invierte
temporalmente, el descenso de la tasa de ganancia. Una mayor intensidad de la
explotación, salarios más reducidos, capital constante más barato, crecimiento
de industrias de composición orgánica relativamente baja, importación de
bienes salario o medios de producción baratos, y migración del capital hacia
regiones de mano de obra y recursos naturales igualmente baratos, pueden
actuar para elevar la tasa de ganancia al aumentar la tasa de explotación,
bajar la composición orgánica del capital, o ambas soluciones a la vez. Sin
embargo, precisamente porque estas contratendencias operan dentro de límites
estrictos, la caída por largo período de la tasa de ganancia sobresale como
tendencia dominante.
La tasa decreciente de
ganancia conduce a una crisis generalizada por medio de su efecto sobre la masa
de ganancias. Dado un capital ya invertido, cualquier decrecimiento en la tasa
de ganancia reduce la masa de esta última; por otro lado, la acumulación
acrecienta el acervo de capital avanzado y, por tanto, aumenta la masa de
ganancia, en tanto que la tasa de ganancia de los nuevos capitales sea
positiva. El movimiento de la masa total de ganancias depende, por lo tanto, de
la fuerza relativa de los dos efectos. Pero una tasa de ganancia decreciente
debilita progresivamente el incentivo para la acumulación y, al descender
ésta, el efecto negativo empieza a dar alcance al efecto positivo hasta que, en
un momento determinado, la masa total de ganancias empieza a estancarse. En
esta fase comienza la crisis, aunque naturalmente la forma específica que
adopta está condicionada por factores institucionales e históricos concretos.
Hay que destacar que el proceso mencionado supone una “onda larga” en la masa
de las ganancias, que al principio se acelera, luego se desacelera, se estanca
y, finalmente, se hunde en la crisis. Así, pues, los fenómenos de “ondas largas”
en la acumulación capitalista pueden explicarse por una caída continuada de la
tasa de ganancia.
En general, los
adversarios de esta teoría argumentan que, en la noción económica burguesa de
“competencia perfecta”, tal proceso queda lógicamente excluido, y que, en todo
caso, la evidencia empírica no lo respalda. En cualquiera de ambas situaciones
es fácil mostrar que ninguna de las conclusiones es válida una vez que
examinamos críticamente la teoría económica neoclásica y los datos en que se
basan sus conclusiones [xxix].
Ceteris paribus,
salarios más altos y mejores condiciones de trabajo hacen descender
directamente las ganancias y estimulan también el aumento de la mecanización,
con lo que se intensifica doblemente la tendencia inherente de la tasa de
ganancia a caer. Sin embargo, como destaca Marx, éstas y otras luchas enfocadas
hacia la reforma del sistema operan necesariamente dentro de límites estrictos
que proceden de la rentabilidad, la movilidad del capital y la competencia (en
todo el mundo) y, por tanto, continúan siendo constreñidas por la dinámica
básica de la acumulación capitalista. Un argumento similar puede ofrecerse
respecto a los límites de la intervención estatal.
Cada crisis precipita
la destrucción al por mayor de los capitales más débiles y los ataques
intensificados contra los trabajadores. Esos son los mecanismos “naturales” del
sistema para recuperarse. Cada recuperación sucesiva desemboca, a su vez, en
una mayor concentración y centralización. y, generalmente, en menores tasas de
ganancia y crecimiento de largo plazo. En consecuencia, aunque las
contradicciones empeoran con el tiempo, no habrá crisis final hasta que los
trabajadores adquieran suficiente conciencia de clase y se organicen para
derribar el sistema mismo [xxx].
Teorías marxistas de
las crisis económicas
Al analizar las teorías
de la crisis debemos distinguir entre las crisis generales, que implican un
vasto colapso de las relaciones de reproducción económicas y políticas, y las
crisis parciales los ciclos económicos, que constituyen características de
frecuente aparición en la historia capitalista. En la producción capitalista el
deseo individual de ganancia choca periódicamente con la necesidad objetiva
dela división del trabajo. Las crisis parciales y los ciclos económicos ó son
más que el método intrínseco del sistema para reintegrarlos. Cuando el sistema
goza de buena salud, se recupera rápidamente de sus inherentes convulsiones
internas. Sin embargo, cuanto peor sea su salud, más largas serán sus convalecencias,
más anémicas sus recuperaciones y mayor la probabilidad de que entre en una
larga fase de depresión. En los Estados Unidos, por ejemplo, aunque han habido
35 ciclos económicos y crisis en más de 150 años, que van desde 1834 hasta
nuestros días, tan sólo dos de ellos, las grandes depresiones de 1873-1893 y
1929-1941, califican como crisis generales. El interrogante con que se enfrenta
ahora el mundo capitalista es si la gran depresión de los ochentas se añadirá o
no algún día a esta lista [xxxi].
Podemos identificar dos
tipos principales de teorías de la crisis, correspondientes a las dos
aproximaciones metodológicas diferentes a la historia capitalista que fue
analizada en la cuarta sección de este Capítulo: las teorías de la
posibilidad, basadas en la noción de ley como el resultado de tendencias
conflictivas, en donde las crisis generales se dan siempre y cuando se
produzca una cierta conjunción de factores históricamente determinados, y las
teorías de la necesidad, basadas en la noción de ley como la expresión de una
tendencia intrínseca dominante que subordina a las tendencias contrapuestas y
en donde es inevitable la existencia periódica de crisis generales (aunque, por
supuesto, la forma específica y el momento de aparición vienen determinados
dentro de ciertos límites por factores históricos e institucionales). Veamos
ahora cómo ilustran estos dos enfoques las modernas teorías marxistas de la
crisis.
Teorías de la
posibilidad
Podemos identificar dos
grupos principales: las teorías del subconsumo/estancamiento y las teorías de
la presión salarial.
Teorías del
subconsumo/estancarmiento
En la sociedad
capitalista el valor en dinero del producto neto es igual a la suma de los
salarios pagados a los trabajadores más las ganancias acumuladas por los
capitalistas. Como a los trabajadores se les paga menos del valor total del
producto neto, su consumo nunca es suficiente para comprarlo: el consumo de
los trabajadores genera una “brecha de demanda“, Y cuanto mayor sea la
participación de las ganancias en relación con los salarios en el valor
agregado, tanto mayor será la brecha de demanda. Claro está que los
capitalistas consumen una porción de sus beneficios, lo que contribuye a cubrir
parte de la brecha. No obstante, el grueso de su ingreso se ahorra, no se
consume y, a la manera keynesiana, estos ahorros se consideran como un
“drenaje” de demanda, cuya base fundamental la siguen constituyendo los
limitados ingreso y consumo de las masas. Si no se cubriera la porción de la
brecha de demanda que corresponde a los ahorros de los capitalistas, no se
vendería parte del producto o, al menos, no se vendería a precios normales, de
suerte que todo el sistema se contraería hasta que las ganancias fuesen tan
escasas que los capitalistas se verían forzados a consumir todos sus ingresos,
en cuyo caso no habría ninguna inversión (neta) y, por consiguiente, tampoco
crecimiento. Se dice, por lo tanto, que la lógica económica interna de una
economía capitalista está predispuesta al estancamiento.
La brecha de demanda,
como es obvio, no sólo puede cubrirse por el consumo, sino también mediante
demanda de inversión (la demanda de planta y equipo). Cuanto mayor sea esta
demanda, mayor será el nivel de producción y empleo en el sistema en cualquier
momento dado, y tanto más rápido será su crecimiento. Por eso, en última
instancia, el movimiento final del sistema depende de la acción recíproca de la
tendencia al estancamiento, creada por los planes de ahorro de los
capitalistas, y la tendencia opuesta, creada por sus planes de inversión. Los
capitalistas ahorran porque, en cuanto capitalistas individuales, tienen que
intentar crecer a fin de, sobrevivir. Pero sólo pueden invertir cuando existen
posibilidades objetivas, y éstas dependen, a su vez, de dos factores. Específicamente,
el fundamento del comercio y del intercambio a gran escala se da cuando la
hegemonía de una determinada nación capitalista (Gran Bretaña en el siglo XIX;
y los Estados Unidos en el XX) permite orquestar y reforzar la estabilidad;
política y económica internacional. Y el aliciente para la inversión. a gran,
escala se da cuando coinciden, a un tiempo, una masa crítica de productos,
mercados y tecnologías nuevos. Cuando coinciden base y aliciente, los factores
expansionistas serán ascendentes. Por otro lado, a medida que se, agota el
aliciente y las rivalidades intercapitalistas socavan cada vez más el
fundamento, se reafirman en algún punto los factores contraccionistas y, el
estancamiento se pone al orden del día, hasta que, por supuesto, un nuevo
orden hegemónico (forjado tal vez mediante una guerra mundial) y un nuevo
estallido de descubrimientos, inicien otra época de crecimiento.
Nada de esto se ve
alterado fundamentalmente por la cuestión del poder monopólico. En el
capitalismo moderno se dice que unas cuantas empresas poderosas dominan cada
industria, y que, al restringir el producto y elevar los precios, pueden
redistribuir los ingresos a su favor a costa de los trabajadores y de las
pequeñas empresas capitalistas. Como los grandes capitalistas ahorran una
mayor proporción de sus ingresos, aumenta el ahorro total. Por otro lado, a fin
de sostener los niveles de precios y ganancias, las grandes empresas
restringen la inversión en sus propias industrias, reduciendo así los posibles
mercados de inversión disponibles. Al aumentar la brecha de demanda y
simultáneamente debilitar las oportunidades de inversión, los monopolios hacen
el estancamiento, en teoría, virtualmente inevitable. Claro que en la práctica,
el “capitalismo monopolista” de posguerra ha disfrutado hasta hace muy poco
“de una prosperidad prolongada (…) superior en muchos aspectos a cualquier
otra de su’ historia anterior”[xxxii]. Y he aquí, una vez más, que la *ausencia
de estancamiento real se explica por la presencia de factores contrapuestos
extraordinariamente poderosos: hegemonía norteamericana de posguerra, nuevos
productos y tecnologías, y gastos militares.
Dentro de semejante
marco, es evidente que cualquier intervención económica que refuerce y dirija
los factores expansionistas puede superar, en principio, la amenaza de
estancamiento. La economía keynesiana, por ejemplo, proclama que el Estado,
bien por cuenta de sus propios gastos, bien estimulando el gasto privado,
puede alcanzar los niveles socialmente deseados de producción y empleo y, de
este modo, determinar, en última instancia, las leyes de movimiento de la
economía capitalista. Los teóricos del subconsumo no niegan esta posibilidad.
Tan sólo afirman que actualmente no es práctico, porque el capitalismo moderno
se caracteriza por el monopolio y no por la competencia: el monopolio aumenta
la tendencia del capitalismo al estancamiento que, cuando comienza a aparecer,
es contrarrestada por el Estado por medio de estímulos a la demanda agregada.
Pero los monopolios responden aumentando los precios en vez de la producción y
el empleo (como harían las empresas competitivas). El empate resultante entre
el poder del Estado y el de los monopolios produce estancamiento con
inflación: “estanflación” [xxxiii]. Si el Estado se retira de la lucha y se
atrinchera, tendremos entonces una recesión o tal vez una depresión. Desde
este punto de vista, la aparición de una crisis es un acontecimiento
esencialmente político, debido a la negativa del Estado a hacer frente a los
monopolios. La teoría keynesiana afirma que el Estado tiene capacidad
económica para dirigir el sistema capitalista y, una vez aceptada esta premisa,
tanto la existencia de la crisis como su recuperación, son cuestiones de los
fines políticos a los que se aplique esa capacidad. Así, pues, esta teoría
apunta a concluir que un programa político para limitar los monopolios mediante
controles de precios, regulación y planificación económica forzosa, quebrará la
columna vertebral de la inflación, mientras que el aumento de los gastos de
bienestar social, e incluso el alza de los salarios, no sólo beneficiará a la
clase trabajadora, sino también al sistema capitalista en su conjunto (al
reducir la brecha de demanda). Las contradicciones económicas del sistema
pueden, por lo tanto, desplazarse hacia y resolverse dentro de la esfera
política, a condición de que se ejerza presión suficiente sobre el Estado.
El propio Sweezy evita
con cuidado trazar las conclusiones políticas inherentes a su argumento,
aunque advierte que los propios capitalistas pueden descubrir nuevas formas de
manejar el sistema [xxxiv]. Pero otros autores son mucho menos reticentes
[xxxv].
Teorías de la presión
salarial
Las teorías sobre la
presión de los salarios intentan vincular las crisis generales con el descenso
sostenido de la tasa de ganancia. El punto de partida es el reconocimiento de
que cuando aumentan los salarios reales y/ o disminuye la amplitud e
intensidad de la jornada laboral, desciende la tasa potencial de ganancia, permaneciendo
iguales las otras condiciones. En términos marxistas, un descenso en la tasa
de plusvalía produce el descenso de la tasa general de ganancia, ceteris
paribus. No obstante, esto equivale sencillamente a decir que un aumento de los
salarios reales (ajustados por la duración e intensidad del trabajo) reduce la
tasa de ganancia en relación con su tendencia. Si la tasa de ganancia tiende a
bajar independientemente del movimiento de los salarios, resulta que el
aumento de los salarios reales (ajustados) no hace más que reforzar la caída
preexistente de la tasa de ganancia. Como veremos en la sección siguiente, esto
es lo que argumenta Marx. Pero si la tasa de ganancia tiende, por otro lado, a
aumentar, resulta que tan sólo un incremento suficientemente rápido de los
salarios reales puede ser el responsable del descenso real de la tasa de
ganancia. Esta es la afirmación típica de los teóricos dela presión salarial,
quienes dan por sentado que, ante la ausencia de cambios en el salario real, él
cambio técnico tiende a incrementar la tasa de ganancia y la relación entre
ganancias y salarios.
En una versión de la
teoría, ésta tasa creciente de ganancia alimenta directamente la expansión de
la inversión; en otra versión, que no es en realidad más que una extensión de
la teoría del subconsumo/estancamiento, la creciente relación ganancia-salario
y el ascendente poder de los monopolios, empeoran la brecha de demanda y, por
consiguiente, la tendencia del sistema hacia el estancamiento, la cual, no
obstante, el Estado es capaz de contrarrestar, y mantener así el auge. En
cualquier caso, si el auge dura lo suficiente como para que el mercado de
trabajo se haga tan estrecho y los obreros tan combativos que sus demandas
salariales produzcan un descenso continuado de la tasa efectiva de ganancia,
resulta que al final puede estallar la crisis. Es muy propio de la teoría de la
presión salarial buscar evidencia en salarios reales que aumenten con mayor
rapidez que la productividad como prueba de que el trabajo se halla detrás de
la crisis.
Por ejemplo, el
tratamiento matemático convencional de la llamada selección de técnicas
implica una tasa creciente de ganancia, a menos que los aumentos de salario
real inviertan su curso. Esto es lo que citan la mayor parte de los defensores
modernos de la presión salarial, como Roemer, Bowles y Armstrong y Glyn
[xxxvi]. Otros, como Hodgson sencillamente se refieren a la estabilidad
empírica de la composición orgánica como una característica del capitalismo
moderno[xxxvii]. Por último, se suele citar a Kalecki como fuente del argumento
de que la intervención estatal transforma la tendencia al subconsumo en presión
salarial [xxxviii]. Debería observarse que, incluso dentro de la literatura
convencional sobre la selección de técnicas, un salario real que aumente en
relación con la productividad no es necesario ni suficiente para generar una
tasa decreciente de ganancia. Así lo demuestran fácilmente los diagramas
elaborados por Shaikh [xxxix], en un trabajo donde ilustra que la tasa máxima
de salarios. (la intersección en el eje vertical) es el producto neto por
trabajador.
Es importante observar
a este respecto que, como la crisis se da únicamente cuando los aumentos
salariales de los trabajadores son “excesivos’, esta teoría deja amplio espacio
para delinear una visión del capitalismo que puede propiciar tanto el aumento
de los salarios reales de los trabajadores como una tasa creciente de ganancia
para los capitalistas. Desde este punto de vista, el Estado puede diseñar, en principio,
la recuperación, si obreros y capitalistas hacen concesiones suficientes, y
puede evitar crisis futuras si ambas partes muestran cierta moderación. Una
característica de las teorías de la posibilidad, en general, es terminar por
otorgar al Estado el poder de determinar las leyes básicas del movimiento del
capitalismo, con lo cual tanto las expectativas como las promesas de sus
defensores, pasan a depender en gran medida de la noción, según la cual, bajo
el capitalismo la política puede comandar el sistema. Si esta premisa es falsa,
resulta entonces que, como mínimo, las tácticas y la estrategia que la rodean
plantean serias dudas. Como veremos a continuación, esto es exactamente lo que
implican las teorías de la necesidad de la crisis.
Teorías de la necesidad
La principal teoría
moderna de la necesidad es la teoría marxista de la tas de ganancia
decreciente. En el pasado incluso algunas versiones de la teoría del subconsumo
(como la de Rosa Luxemburgo), eran concebidas como teorías de la necesidad,
pero, en general, se admite que esto se debía primordialmente al entendimiento
erróneo de la lógica de su propio argumento. La ley de la tasa decreciente de
ganancia intenta explicar por qué el capitalismo atraviesa largos períodos de
crecimiento acelerado, que van seguidos, necesariamente, por otros períodos
correspondientes de crecimiento desacelerado y crisis finales. Lo que explican
las teorías del subconsumo mediante factores aparentemente externos, tales como
oleadas de descubrimientos, lo explica Marx mediante factores internos basados
en los movimientos de la tasa potencial de ganancia.
La fuerza motriz de
toda actividad capitalista es la ganancia, y la plusvalía su base oculta. A
fin de extraer la mayor cantidad posible de plusvalía, los capitalistas deben
aumentar la duración y/o intensidad de la jornada laboral y, sobre todo,
incrementar la productividad del trabajo. Además, para competir eficazmente
contra otros capitalistas deben lograr simultáneamente costos inferiores por
unidad de producto. El aumento de capital fijo es la solución de ambos
problemas. En pocas palabras, el crecimiento del capital fijó en relación con
el trabajo (la mecanización de la producción) es el principal medio de elevar
la productividad del trabajo, y el crecimiento del capital fijo en relación con
el producto (la capitalización de la producción) es el principal medio de
reducir los costos de producción unitarios. Puede demostrarse, sin embargo, que
el aumento del capital fijo también tiende a hacer disminuir la tasa de
ganancia sobre los métodos de producción más avanzados [xl]. Los capitalistas
individuales que adoptan primero los métodos más amplios, más intensivos en
capital, obtienen menores costos unitarios que les permiten reducir los
precios, y ampliarse a costa de sus competidores, contrarrestando así, la menor
tasa de ganancia al abarcar una porción mayor del mercado. No obstante, para el
sistema en su conjunto, esto hace que la tasa media de ganancia tienda a
bajar. Aunque varios sectores pueden contrarrestar temporalmente esta
tendencia, operan dentro de límites estrictos, de suerte que el descenso
prolongado de la tasa de ganancia se presenta como tendencia dominante.
Durante un período
largo de tiempo, los efectos de esta tendencia decreciente de la tasa de
ganancia sobre la inversión producen una “onda larga” en la masa de ganancia
potencial global, que se acelera primero y luego desacelera y se estanca. En la
última fase se derrumba la demanda de inversión y se generaliza el exceso de
capacidad, mientras que la falta de nueva inversión reduce el crecimiento de la
productividad de manera que los salarios reales pueden aumentar durante cierto
tiempo en relación con la productividad. En otras palabras, fenómenos como el
subconsumo y la presión salarial aparecen como efectos de la crisis de
rentabilidad. Pero no causan crisis generales, puesto que existen mecanismos
incorporados en la acumulación capitalista que ajustan la capacidad instalada a
la demanda efectiva, y mantienen los aumentos salariales dentro de los límites
de los aumentos de la productividad [xli].
Cada crisis general
precipita la destrucción masiva de capitales más débiles e intensifica los
ataques contra el trabajo, lo cual contribuye a restaurar la acumulación
aumentando la centralización y concentración y elevando globalmente la
rentabilidad. Tales son los mecanismos “naturales” de recuperación del sistema.
Sin embargo, debido a la baja en períodos prolongados de la tasa de ganancia,
cada ascenso largo sucesivo se caracteriza por tasas de ganancia y crecimiento
de largo plazo generalmente inferiores, de tal manera que, en el mundo
dominado por el capitalismo, los problemas de estancamiento y desempleo a escala
mundial empeoran con el tiempo. Como estos problemas emanan de la propia
acumulación capitalista y no de la competencia insuficiente ni de los salarios
excesivos, no pueden “solucionarse” sencillamente mediante la intervención del
Estado, por muy progresistas que sean sus intenciones. La política no puede ni
podrá ser la directriz del sistema, a menos que esté dispuesta a reconocer que
la solución capitalista a la crisis requiere un ataque a la clase trabajadora,
y que la solución socialista exige, a su vez, un ataque al propio sistema. Como
observa Yaffe, la dependencia característica de las teorías de la posibilidad
respecto del poder estatal pueden ser una peligrosa ilusión [xlii].
NOTAS
[i] K. Marx, El
capital, México, Siglo XXI Editor-, 1975-1981, (en 8 vols.), T. I, Vol. l,
Sección Tercera y Apéndice.
[ii] S. Hymer, “Robiuson Crusoe and the Secret of
Primitive Accumulation”, Monthly Review, Vol. 73, No. 4, septiembre, 1971.
[iii] K. Marx, op. cit., C. VI.
[iv] M. Morishima, Marx’s Eoonomics, Cambridge
University Press, Cambridge,1973.
[v] A. Emmanuel, Unequal Exchange: A Study of the
Imperialism of Trade, Nueva York, Monthly Review Press, 1969.
[vi] G. Hodgson, “A Theory oí Exploitation Without the
Labor Theoty of Value”, en Science and Society, Vol. XLIV, 3, Otoño.
[vii] M. Barret, Womcn’s Opression Today: Problems in
Marxist Feminist Analysis, Londres, Verso, 1980.
[viii] A. Y. Davis, Women, Race and Class, Nueva York,
Vintage, 1983.
[ix] K. Marx, op. cit.,
T. III, VoL 8, G XLVIII; véase también K. Marx, op. cit. T. I.
[x] K. Marx, op. cit.,
T. I, Sección segunda y Apéndice. Véase también la Sección “Ganancia y
plusvalía” del presente Capítulo.
[xi] K. Marx,
Grundrisse (Elementos fundanutales para la crítica de la economía política,,
borrador 1857-1858), México, Siglo XXI Editores, 3 Vols., 1971 (Vol. l), 1972
(Vol. 2),1976 (Vol. 3).
[xii] Shaikh,
“Neo-Ricardian Economics: A Wealth of Algebra, a Poverty of Theory”, en The
Review of Radical Political Economics, 14(2), verano, 1982 Varias partes del
texto de este artículo se encuentran incorporadas a los Capítulos 2 y 3 del
presente libro.
[xiii] K. Marx, El
capital, ed. cit., T. I, Vols. l y 2, Secciones Tercera y Cuarta.
[xiv] A. A. Alchian y W: A. Allai, Exchange and
Production: Competítion, Coordination and Control, Belmont, California,
Wadsworth Publishing Co.,1983, C 1 y 8.
[xv] K. Marx, Theories of Surplus Value, Parte I, C.1,
Moscú, Progres Publishers.
[xvi] A. Alchian y W.
Allen, op. cit., C.1-4.
[xvii] R. L. Meek, Studies in thc Labor Theory of
Value, Nueva York, Monthly Review, 1956 C.1.
[xviii] K. Marx, El
capital, ed, cit. T. L, Vol,
l, C. V.
[xix] A. Shaikh, “The Transformation from Marx to
Sraffa” en Ricardo, Marx, Sraffa, Londres, E. Mandel editor, Verso, 1984. Varias
partes de este artículo se encuentran incorporadas a los Capítulos 2 y 3 del
presente libro.
[xx] A. Shaikh, “An Introduction to the History of
Crisis Theories”, en U.S. Capitalism in Crisis, Nueva York, U.R.P.E, 1978,
Sección IV. El texto de este articulo corresponde a la Sección
“Historia de las teorías de la crisis”, del Capítulo 6 del presente libro.
[xxi] K. Marx, op,
cit., T. I, Vols. 1 y 3, Sección segunda, Apéndice.
[xxii] Dentro de estos
limites las tendencias subordinadas pueden funcionar perfectamente como tendencias
opuestas de la misma importancia.
[xxiii] K, Marz, op. cit., T. I, Vo1. 3, XXIII; T.
III, Vol. 6, C. XV; Theories of Surplus Value, ed. cit. Parte III.
[xxiv] E. Varga: “Changes in the Economy of Capitalism
Resulting from the Second World War”, mimeo, Washington, 1948.
[xxv] J. A. Clifton, “Competition and the Evolution of
the Capitalist Mode of Production”, ” Cambridge Journa1 of Economics, l, 2,
1977.
[xxvi] K. Marx, op. cit., T. I, Vol. 3, C. XXIII; E.
Mandel, Introducción a K. Marx, Capital, Volumen I, ed. cit., 1976, pp. 63-64.
[xxvii] E. Mandel, Late Capitalism, Londres, New Left
Books,1975, p.128. El mismo Mandel se basa en una tasa de
ganancia que se eleva y cae, para explicar los movimientos de largo plazo (esto
es, ondas largas). Como se indica más adelante, el argumento de Marx para
explicar la tasa de ganancia que decrece en largos períodos implica un
movimiento de la masa de ganancias del tipo “onda larga” con lo cual ofrece una
base alternativa para la explicación de los fenómenos observados.
[xxviii] A. Shaikh, “Political Economy and Capitalism:
Notes on Dobb’s Theory of Crisis” y “Marxian Competition Versus Perfect
Competition…,” en Cambridgc Journal of Economics, 1978, 2, pp. 237-241 y 1980,
4, p. 75, respectivamente. Bajo condiciones técnicas dadas
medida que se alcanzan los límites del conocimiento y la tecnología existentes,
los incrementos en inversión por unidad de producto que se realicen obtendrán
cada vez menores disminuciones de los costos unitarios de producción. Esto, se
puede demostrar, implica menores tasas de ganancia para los métodos de más
bajos costos y por ende (de acuerdo con el Teorema de Okishio), una tasa
general de ganancia en descenso. También en A. Shaikh, “Notes on the Falling
Rate of Profit,” inédito, febrero de 1982 La cita de Marx está tomada de
Theories of Surplus Value, ed, cit., Parte II, C. XVII, p. 484. Las Secciones
“Economía política y capitalismo: notas sobre la teoría de la crisis de Dobb” y
“Competencia marxista versus competencia perfecta”, del Capítulo 6 del presente
libro, corresponden a los textos de estos artículos.
[xxix] Para mayores
detalles críticos de la teoría, véase A. Shaikh, “Political Economics and
Capitalism…”‘, op. cit., Sección III, pp. 5-7. Para críticas de los datos,
véase V. Perlo, “Capital-output Ratios in Manufacturing”, en Quarterly Review
of Economics and Business, 8 (3), Otoño de 1966, pp. 29-42 y R. Gordon, “A Rare
Event”, en Survey of Current Business, julio 1971, Vol. 51, No. 7, Parte II,
pp. 83-86. Perlo es marxista y Gordon economista ortodoxo. Ambos encuentran que
el método convencional de estimación del acervo de capital lo subestima
seriamente. Esto, a su vez, implica una seria sobreestimación de la tasa de
ganancia.
[xxx] G. A. Cohen, Marx’s Theory of History: A
Defense, Princeton University Press, Princeton,1978, pp, 201, 204.
[xxxi] E. Mandel, Late Capitalism, ed. cit;, A. F.
Burns, The Business Cycle in a Changing World, Nueva York, Columbia University
Press,1969.
[xxxii] P. Sweezy,
artículos varios en Monthly Review; los principales en los números 31 (3, 6),
32 (5), 33 (5, 7), 34 (2).
[xxxiii] P. Sweezy, op, cif„ C. Harman “Theories of
Crisis”, en International Socialism, No. 2 (9), 1980, pp. 45-80. A. Shaikh, “An
Introduction to the History of Crisis Theories”.
[xxxiv] P. Sweezy, Monthly Revíew, No. 31(3),1979, pp.
12-13.
[xxxv] Véase, M. Harrington, Socialism, Nueva York,
Saturday Review Press, 1972, C. XII y del mismo autor, “The Democratic
Socialist Organizing Committee and the Left”, Socialist Review, 1979, p. 29. Además
pueden consultarse al respecto varios números especiales de Dollars and Senses,
particularmente octubre 1979 y julio-agosto 1981. Por último, D. Gordon et al., “Four Ways to Change the
Corporations”, The Nation, mayo 151982, pp. 589-591.
[xxxvi] J. E. Roemer, “Continuing Controversy on the
Falling Rate of Prolit: Fixcd Capital and Other Issues” en Cambridge Journal of
Economics, No. 3(4),1979;. S. Bowles, “Technical Change and the Profit Rate”,
en Cambridge Journal of Economics, No. 5, 2,1981; P. Armstrong y A. Glyn, “The
Law of the Falling Rate of Profit and Oligopoly”, en Cambridge Journal of
Economics, No. 3,1,1980.,
[xxxvii] 37 M. Kalecki. Selected Essays on the
Dynamics of the Capitalist Economy, Cambridge University Press Cambridge-Nueva
York, 1971.
[xxxviii] A. Shaikh, “An Introduction…” op.cit., p.
236
[xxxix] A. Shaikh, “An Introduction…” op.cit., pp.
242-247
[xl] Véanse las
referencias bibliográficas citadas en la sección “Tasa decreciente de ganancia”
de este Capítulo.
[xli] K. Marx, E1 capital, ed. cit., T. I, Vol. 3, C.
XXV, Sección Séptima; P. Garegnani, “Notes on the Consumption, Investment and
Effetive Demand. A RepIy to Joan Robinson”, en Cambridge Economic Journal,1978,
3, pp. 184-185.
[xlii] D. Yaffe, “Hodgson and Activist Reformism”, en
Revolutionary Communist, 1978.
https://www.facebook.com/groups/368632240513089/user/100011960220340/
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