La teoría marxiana de
la explotación
Por
Antonio Olivé
Hasta aquí las ideas
que fueron apareciendo durante la época clásica en relación al funcionamiento
del mercado de trabajo se han contemplado bajo el prisma de la ortodoxia
económica. Naturalmente, la doctrina de la explotación de Marx queda fuera de
este prisma. Sin embargo, no puede hacerse una revisión completa de las
principales ideas relacionadas con del mercado de trabajo durante esta época
sin mencionar los elementos esenciales de dicha teoría. Este capítulo se dedica
a ello. En el primer apartado se trata situar la teoría de la explotación en el
contexto de El Capital; en el segundo apartado se exponen las líneas generales
de la teoría del valor-trabajo de Marx y se presenta el concepto marxiano de
explotación. Finalmente, en los dos últimos apartados del capítulo, se intenta
dar un esquema del razonamiento que lleva a Marx a postular la explotación de
los trabajadores en el sistema capitalista. En ellos se trata la cuestión de la
transformación de valores en precios (sin entrar en los aspectos más intrincados
de la misma) y se hace una valoración de lo que, con posterioridad a Marx, se
ha llamado teorema fundamental marxiano.
1. La doctrina de la
explotación en el contexto de El Capital
Marx había llegado al
estudio de la economía política procedente de la filosofía. Como filósofo había
llegado a la conclusión de que la clave para el análisis del comportamiento
humano estaba en la actividad productiva del hombre y su objetivo era nada más
y nada menos que encontrar las grandes leyes explicativas del cambio histórico.
Él creyó que esas leyes históricas existían, que eran identificables, y que
precisamente el estudio de la economía le daría la clave para encontrarlas.
Marx centró su interés
en el análisis de la vida económica en un período concreto de la historia
(siglos XVII al XIX) y trató de identificar los rasgos diferenciales de la
economía en ese período. Para él esos rasgos eran dos: (a) la propiedad privada
de los medios de producción y (b) la polarización de la sociedad en dos clases
– capitalista y trabajadora -. Tales rasgos configuraban un modo de producción,
el capitalismo, y Marx se propuso construir un modelo económico que explicase
la evolución de dicho modo de producción. Él hizo algunos esfuerzos en esta
dirección e intentó identificar algunas leyes o tendencias evolutivas en el
sistema capitalista: la concentración del capital, la disminución de la tasa de
ganancia, la miseria creciente del proletariado, etc.
Antes de abordar este
análisis dinámico, Marx trató de descubrir la verdadera esencia del
capitalismo. Tras su lectura de la literatura económica clásica llegó a la
conclusión de que el trabajo era la esencia de todo valor y postuló que el
mecanismo que realmente mueve el sistema capitalista es la explotación del
trabajo por el capital. Esta explotación se manifiesta a través de la
apropiación de parte de lo producido por la mayoría de la población (los
trabajadores) por la clase social minoritaria (los capitalistas) que controla
la marcha del sistema.
El Capital puede
entonces concebirse como una obra con dos objetivos. Por una parte, se trata de
descubrir la esencia del capitalismo; algo que existe, pero que a simple vista
no se ve: el capitalismo sólo puede subsistir gracias a la explotación de la
clase trabajadora por la clase capitalista. Por otra parte, se intenta
construir un sistema dinámico que explique la evolución del capitalismo.
Los dos objetivos no se
encuentran claramente separados en El Capital. Ambas cuestiones se analizan a
la vez y de manera entremezclada. La primera está formulada en el lenguaje de
la teoría del valor-trabajo de Marx. La segunda, el análisis de la dinámica
capitalista, queda bastante oscurecida por dicho lenguaje. No obstante, puede
decirse, aunque aquí no trataremos de justificarlo, que el lenguaje de la
teoría del valor no afecta a la validez del análisis de Marx en lo referente a
las tendencias a largo plazo del sistema económico.[1]
En este capítulo no
vamos a entrar en lo que tal vez sea la parte más importante de la teoría
marxiana: el análisis de la evolución a largo plazo del sistema capitalista.
Nuestro interés aquí se centrara exclusivamente en la teoría de la explotación.
En primer lugar, trataremos de situar el concepto de explotación dentro de la
Teoría del valor-trabajo de Marx. A continuación, discutiremos la conexión
entre explotación y capitalismo y eso nos llevará a hacer algunas referencias
al llamado problema de la transformación. Concluiremos el capítulo con una
evaluación crítica de la teoría de la explotación de Marx.
2. La teoría del
valor-trabajo y el concepto marxiano de explotación
La idea básica de la
teoría del valor-trabajo es que los precios de los bienes se explican
fundamentalmente a partir de las cantidades de trabajo incorporadas en los
mismos. A veces se dice que la teoría clásica del valor, es decir, la idea de
que los precios se determinan a largo plazo por los costes de producción,
constituye, en la versión de Adam Smith y, sobre todo, en la versión de Ricardo
una teoría del valor-trabajo.
Sin embargo, conviene
hacer varias precisiones sobre este punto. Adam Smith defendió la validez de la
teoría del valor-trabajo para un período histórico muy concreto: “el estado más
temprano y rudo de la sociedad que precede a la acumulación de capital y a la
apropiación de la tierra.” Para ilustrar su punto de vista, Smith utilizaba el
ejemplo de un país de cazadores en el que la caza del ciervo requiere la mitad
de tiempo que la caza del castor. Naturalmente, en una sociedad de este tipo
sería de esperar que un castor se intercambiase por dos ciervos.[2] Pero Smith
era perfectamente consciente de que, en una sociedad avanzada, los precios
relativos no tienen por qué coincidir siempre con las cantidades relativas de
trabajo.
Ricardo estuvo tal vez
más cerca de la teoría del valor-trabajo, pero no llegó a defenderla con
generalidad. Ricardo compartía la teoría básica de los precios, de raíz
smithiana, basada en el coste de producción. Él simplemente creyó que la
cantidad de trabajo incorporada en los bienes podía servir para describir la
estructura de precios relativos de una manera aproximada; y no tuvo reparos en
recurrir a dicha aproximación para resolver algunos problemas analíticos que le
fueron surgiendo a lo largo de su obra.
Marx hizo suya la
teoría del valor-trabajo y, aparentemente, quiso llevarla a sus últimas
conclusiones lógicas. Pero el análisis de Marx no explica que en el capitalismo
desarrollado el precio de un bien se determine por la cantidad del trabajo
incorporado o que los precios relativos tiendan a la larga a ser proporcionales
a la cantidad de trabajo que incorporan. Lo que en realidad hace Marx es
utilizar la teoría del valor-trabajo para demostrar, según él, el carácter
explotador del sistema capitalista.
El valor de un bien,
para Marx, es prácticamente por definición, igual al trabajo socialmente
necesario para la producción de dicho bien. Con alguna simplificación podría
decirse que el valor de un bien es igual a la cantidad total de trabajo
incorporado en una unidad del bien (tanto el trabajo directo como el trabajo
incorporado en la producción de los inputs o trabajo indirecto). Por otra
parte, los precios, según Marx, se determinan de la misma forma que en la
teoría clásica ortodoxa, es decir, por los costes de producción a largo plazo.
Es decir, para Marx, valor y precio son dos cosas distintas. Los valores
relativos no tienen por qué coincidir siempre con los precios relativos. Es
más, se espera que en el capitalismo desarrollado los unos no coincidan con los
otros. Aunque sí se espera que haya algún tipo de relación entre valores y
precios. De hecho, Marx, intenta encontrar una relación sistemática entre los
valores y los precios con el propósito de desvelar la naturaleza explotadora
del sistema capitalista. Así se origina el problema de la transformación al que
nos referiremos más adelante.
Conviene ahora precisar
el concepto marxiano de explotación. El sentido que el lenguaje corriente da a
este término cuando se refiere a las relaciones laborales está cargado de
connotaciones éticas. Marx, sin embargo, no quiere hacer una teoría normativa.
Él da un concepto de explotación desprovisto de connotaciones valorativas.
Para Marx la
explotación del trabajo se da cuando el obrero recibe, a cambio de una jornada
de trabajo, bienes y servicios que incorporan menos de una jornada completa de
trabajo. En otros términos, existe explotación cuando el trabajo se vende por
menos de su valor. La diferencia entre la duración de la jornada laboral y el
tiempo de trabajo incorporado en el salario (los bienes salariales) que percibe
el trabajador constituye la plusvalía. Y el cociente entre la plusvalía y el
tiempo de trabajo incorporado en los bienes salariales se define como tasa de
explotación.
Dadas estas
definiciones es bastante simple demostrar que la plusvalía, y por tanto la
explotación, no existirían en un mundo hipotético en el que los trabajadores
fueran productores independientes; donde cada trabajador poseyera sus propios
medios de producción (que no podría alquilar a otros productores
independientes), y comercializara sus propios productos. Este era el mundo
hipotético al que Marx se refería al hablar de la producción simple de
mercancías (una abstracción teórica con la cual pretendía representar
esquemáticamente las economías precapitalistas). Bajo la producción simple de
mercancías todos los trabajadores reciben el mismo ingreso por igual tiempo de
trabajo (pues si no fuera así habría desplazamientos de trabajadores entre las
distintas actividades productivas). Los precios coinciden con los valores y la
plusvalía y la explotación no existen. Este mundo sería el equivalente al
“estado más temprano y rudo de la sociedad” de Adam Smith, en el que los bienes
se intercambian en proporción a la cantidad de trabajo incorporado porque no
hay capital.
3. Capitalismo y
explotación
Según Marx, la sociedad
basada en la producción simple de mercancías da paso al capitalismo, una
sociedad caracterizada por la separación entre propietarios de los medios de
producción (capitalistas) y los que sólo poseen su fuerza de trabajo
(trabajadores). Marx quiere demostrar que este cambio trae consigo la aparición
de la plusvalía y la explotación.
No resulta difícil
probar que la tasa de explotación es positiva en el nuevo modelo de sociedad,
si introducimos algunos supuestos bastante restrictivos. Esencialmente hay que
suponer que la composición orgánica del capital (aproximadamente equivalente a
la relación capital-trabajo) y la tasa de rotación del capital son idénticas en
todas las industrias. Bajo tales supuestos se sigue que la proporción entre
beneficios y costes salariales es igual para todas las industrias (dado un
salario uniforme entre industrias) y esto implica proporcionalidad entre los
precios de los productos finales y las cantidades de inputs de trabajo. Los
bienes se intercambiarán entonces en proporción al trabajo incorporado en su
producción. Los precios relativos y los valores relativos serán iguales y la
plusvalía será equivalente al beneficio.[3] De todo ello se deduce que va a
haber una tasa de explotación homogénea en toda la economía.[4]
El problema se complica
cuando se tiene en cuenta que en el mundo real la relación capital-trabajo y la
tasa de rotación del capital varían de unas industrias a otras. En este caso
los precios relativos no se corresponden con los valores relativos y la
plusvalía deja de coincidir con el beneficio. Ahora los valores, la plusvalía y
la tasa de explotación dejan de ser observables. Lo que sí se puede observar, y
lo que en realidad determina el comportamiento de los empresarios, son los
precios y los beneficios.
Marx no renuncia, sin
embargo, a demostrar que detrás de estos precios y de estos beneficios sigue
existiendo una plusvalía y una tasa de explotación positiva. Pero, para
demostrar eso, hace falta explorar las relaciones entre valores y precios,
entre tasa de explotación y tasa de beneficio. Con la transformación de valores
en precios Marx pretende encontrar esas relaciones de forma que le permitan
sostener la idea de que los beneficios dependen solamente de la cantidad de
trabajo empleada (es decir, la idea de que la tasa de explotación es igual en
todas las industrias independientemente de las variaciones observadas en la
relación capital-trabajo).
4. El problema de la
transformación y el teorema fundamental marxiano
Marx ilustra su
concepción de la transformación de valores en precios en el libro tercero de El
Capital, particularmente en los capítulos 8 al 12. A través de un ejemplo
numérico [5] describe cómo pueden transformarse los valores en precios y
demuestra, según él, que la única fuente de beneficios es la plusvalía. Sin
embargo, cometió algunos errores en el proceso de la transformación, de forma
que su solución fue incorrecta y originó lo que desde entonces se ha llamado
problema de la transformación.
Desde la época de Marx
ha habido varias tentativas para resolver el problema de la transformación. El
primer autor que se ocupó del tema fue el estadístico y matemático de origen
ruso Ladislaus von Bortkiewicz, que expuso su solución en un artículo publicado
en alemán en 1906. Tras los escritos de Bortkiewicz, el problema de la
transformación prácticamente desapareció del panorama del pensamiento económico
anglosajón hasta que P. Sweezy, con su obra Teoría del Desarrollo Capitalista
(1942), hace rebrotar el debate, que se amplía poco después, precisamente, con
la edición en inglés del artículo de Bortkiewicz.[6] En los años cuarenta y
cincuenta del pasado siglo las contribuciones más importantes al problema de la
transformación fueron la de J. Winternitz,[7] y sobre todo la de F. Seton,[8]
que ha pasado a considerarse como el punto de partida del debate moderno de la
transformación. Un artículo posterior de M. Morishima y F. Seton[9] contiene ya
la primera demostración de que la existencia de una tasa de beneficios positiva
implica la existencia de una tasa de explotación positiva y uniforme en el
sistema económico. Tal demostración es calificada por el propio Morishima como
teorema fundamental marxiano.[10]
De acuerdo con este
teorema parece válida pues la presunción de Marx sobre el carácter explotador
del sistema capitalista. No obstante, el teorema fundamental marxiano, aunque
sea formalmente correcto, puede suscitar interpretaciones confusas.
El teorema en cuestión
podría expresarse también en los siguientes términos: dado que el mantenimiento
del sistema capitalista exige una tasa de beneficio positiva, y dado que no
puede haber beneficios sin explotación, se sigue que tampoco puede haber
capitalismo sin explotación. Así expuesto, puede pensarse lo siguiente: Como
los trabajadores están explotados bajo el capitalismo, la sustitución de este
sistema por otro que en el que se elimine la explotación ha de resultar
ventajosa para ellos. Sin embargo, el teorema en realidad no dice nada de eso.
Sus implicaciones desde el punto de vista del bienestar son nulas.
En realidad lo único
que demuestra el teorema es que, bajo el sistema capitalista, el trabajo humano
se vende por debajo de su valor. Partiendo de una definición objetiva de
explotación y después de un desarrollo matemático de cierta complejidad, el
resultado al que se llega es que una jornada de trabajo humano se intercambia
por bienes y servicios que incorporaran una cantidad total de trabajo (directo
e indirecto) de duración inferior a dicha jornada. El resultado sugiere que el
intercambio de trabajo por salarios tiene algo de desigual e injusto. Más aún,
algunos dirían en base a esta valoración que la diferencia entre el valor del
trabajo y el salario recibido debería ir a parar a las manos de los
trabajadores y no a las de los capitalistas; o, dicho de otro modo, algunos
proclamarían el derecho de los trabajadores a todo el producto del trabajo. Sin
embargo, no pueden deducirse conclusiones éticas a partir de supuestos de
hecho. El que una hora de trabajo se intercambie por bienes y servicios que
incorporen más o menos de una hora de trabajo no tiene ningún significado
ético; desde luego tampoco tiene ningún significado desde el punto de vista del
bienestar social: el teorema fundamental marxiano no quiere decir que si se
aboliera la explotación – si se lograse crear un sistema económico en el que
los salarios reflejaran el verdadero valor del trabajo – el nivel de vida de la
clase trabajadora sería más alto.
Notas
[1] A este respecto,
Joan Robinson escribe que “lo embarazoso de calcular en términos de valor, en
tanto que las mercancías y la fuerza de trabajo están constantemente cambiando
de valor, explica mucho de la falta de claridad de la exposición de Marx […].”
Y agrega más adelante: “ningún punto sustancial de la argumentación de Marx
depende de la teoría del valor trabajo.” (J. Robinson (1966) An Essay on
Marxian Economics, MacMillan, 2ª edición, Londres. Traducción al castellano:
Introducción a la Economía Marxista, 1978, Siglo XXI, pp. 41-43).
[2] Adam Smith, La
Riqueza de las Naciones, op. cit. vol. I, libro primero, capítulo 6, p. 133.
[3] Marx no formuló ni
explícita ni implícitamente el supuesto de una relación capital-trabajo
idéntica en todas las industrias. No obstante, en el Libro Primero de El
Capital, Marx sí que supone una tasa de rotación del capital idéntica e igual a
uno para todas las industrias y una tasa salarial constante. (M. Blaug, Teoría
Económica en Retrospección, op. cit., p. 293)
[4]A este respecto,
Joan Robinson argumenta que “En un sistema en el cual los precios corresponden
a los valores, el producto neto de cantidades iguales de trabajo es vendido por
cantidades iguales de dinero. Así, dadas tasas salariales uniformes entre
industrias, la plusvalía en términos de dinero, por unidad de trabajo es igual
en todas partes. Decir que los precios relativos corresponden a los valores
relativos es lo mismo que decir que el grado de explotación es igual en todas
las industrias” (J. Robinson, Introducción a la Economía Marxista, op. cit., p.
35). El mismo argumento es desarrollado de forma más amplia por M.Blaug (Teoría
Económica en Retrospección, op. cit. p. 294-95).
[5] Karl Marx (1867),
El Capital. Crítica de la Economía Política, Libro Tercero. Traducción de la
editorial siglo XXI, Madrid, 1987, vol. 6, pp. 196-98.
[6] L. Bortkiewicz,
(1906-1907), “Value and Price in the Marxian System”, International Economic
Papers, nº2, 1952, pp. 5-60. Una versión corta de este artículo, realizada por
el propio Bortkiewicz en 1907, puede consultarse en castellano bajo el título:
“Contribución a una Rectificación de los Fundamentos de la Construcción Teórica
de Marx en el Volumen III de El Capital”, en Economía Burguesa y Economía
Socialista (1974), Cuadernos del Pasado y Presente, nº 49, Córdoba, Buenos
Aires, pp. 191-213.
[7] J. Winternitz (1948), “Values and Prices: A
Solution to the So-Called Transformation Problem”, The Economic Journal, vol.
58:230, pp. 276-280.
[8] F. Seton (1957) “The Transformation Problem”,
Review of Economic Studies, junio, pp.149-60. (Traducción al
castellano: “El problema de la Transformación”, Revista Española de Economía,
enero-abril, 1975, pp. 211-28).
[9] M. Morishima y F. Seton (1961), “Agregation in
Leontief Matrices and the Labor Theory of Value”, Econométrica, vol. 29, pp.
203-22
[10] Al parecer N.
Okishio (1963) llegó al mismo resultado de modo independiente en el artículo “A
Mathematical note on Marxian Economics” Weltwirtschaftliches Archiv, 3,
(Traducción al castellano en la Revista Española de Economía: “Nota Matemática
sobre los Teoremas Marxianos” enero-abril, 1975, pp. 361-76). Por ello
Morishima se refiere a veces al teorema marxiano fundamental como teorema de
Morishima-Seton-Okishio. Morishima ha reformulado posteriormente este teorema
bajo condiciones menos restrictivas y ha obtenido el teorema fundamental
marxiano generalizado. Véase M. Morishima (1973) Marx´s Economics (Traducción
al castellano: La Teoría Económica de Marx, op. cit.); y M. Morishima y G.
Catephores (1978) Value, Exploitation and Growth, MacMillan, Londres (Obra traducida
al castellano por la editorial Oikos-tau : Valor, Explotación y Crecimiento,
1990).
https://www.facebook.com/groups/368632240513089/user/100011960220340/
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