Dolarizar ¿A quien beneficia?


Dolarizar ¿A quien beneficia?

Por: Luis Salas Rodríguez

Un truco al que necesariamente recurren quienes formulan políticas económicas cuando estas no son populares, es hacerlas pasar como beneficiosas para todos.

Así por ejemplo, cuando se anuncia que hay que reducir pensiones o remuneraciones, uno no escucha a nadie diciendo que la idea es aumentar las tasas de ganancias de los empresarios vía reducción de los salarios o eliminando derechos laborales. Dirán  que es necesario para “equilibrar la economía”, lo que no solo suena aséptico y políticamente correcto, sino que procura poner a todo el mundo de acuerdo en que es un medida odiosa pero necesaria, pues ni modo, nadie quiere una economía desequilibrada!
Es lo mismo que pasa cuando se nos dice que todos debemos “apretarnos el cinturón” como sacrificio para salir de una crisis.
Cada vez que uno escucha o lee esta expresión, de lo único que puede estar seguro es que el apriete será en las cinturas de los trabajadores y trabajadoras, quienes son generalmente las víctimas de las crisis, para beneficio de los empresarios y especuladores, que suelen causarlas.
Así las cosas, ¿qué puede decirse de una medida como la dolarización? ¿Es cierto que nos beneficia a todos? O más bien ¿beneficia a algunos poquitos en detrimento de muchos? Se nos dice una vez más que todos debemos sacrificarnos para poner de nuevo la economía en marcha, ahora: ¿quiénes exactamente deberán sacrificarse para que se cumpla el plan de la dupla Falcón/Rodríguez?
Y es que detrás de la oferta a todas luces engañosa de la “recuperación del poder adquisitivo de todos”, se esconde la consumación de una gran estafa que beneficiará  principalmente a los corruptos públicos y privados de todos los colores y épocas, de los cuales Francisco Rodríguez (el “cerebro” detrás de esta operación) es descendiente. Pero a su vez beneficiará a los tenedores de deuda venezolana, de los cuales Francisco Rodríguez -ohhh casualidad!- es empleado. Veamos:
Dolarizar es doralizar: un premio a la corrupción.
En efecto, los primeros beneficiados de la dolarización serán los venezolanos y venezolanas que, luego de haber desfalcado al país a través de la corrupción, la especulación y la fuga de capitales, se fueron a vivir a lugares como Florida, entre ellos, el exclusivo municipio de Doral, donde incluso uno de estos venezolanos es alcalde.
Seguramente no todos los venezolanos y venezolanas que habitan en Florida (o Panamá, Madrid, etc.,) dedicándose a actividades como la importación de bienes a nuestro país o la promoción de fuga de capitales a través de la compra de activos  en dichos lugares, son corruptos y especuladores. Pero es por todos conocidos que, al menos desde finales de los años 70, han sido estos los destinos favoritos de los corruptos y especuladores, incluyendo a los de última generación.
¿Cómo beneficiará la dolarización a los corruptos? Pues en la medida en que, al decretarse la dolarización, el Estado venezolano perderá automáticamente la potestad de emitir moneda (solo la Reserva Federal puede hacerlo en sus imprentas de Washington y Fort Worth, para luego distribuirlos por los 12 bancos que la conforman), todos aquellos venezolanos y venezolanas o habitantes de nuestro país con posesiones en dólares tendrán ventaja sobre los que no.
En la medida en que los corruptos se caracterizan precisamente por su alta posesión en dólares, la propuesta por Falcón/Rodríguez los terminará premiando. Por un lado: porque les permitirá blanquear dicha posesión mal-habida, sacada de las arcas públicas bien por la vía de la sobre facturación y demás variantes de las estafas cambiarias (en el caso de los privados), o embolsillada directamente (en el caso de los corruptos provenientes del sector público). Mientras por otro, y esto es muy importante, les permitirá comprar cualquier cosa en Venezuela rematada por aquellos desesperados sin dólares -la gran mayoría de los venezolanos y venezolanas- a precio de gallina flaca.
Francisco Rodríguez, el anunciado Jefe del Gabinete Económico de un eventual gobierno de Falcón e ideólogo de la dolarización, es, como hemos señalado con anterioridad, hijo del economista de adeco Gumersindo Rodríguez, de quien además es admirador. Éste último ocupó ese mismo cargo de Jefe de Gabinete Económico durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, siendo que en aquel entonces fue el ideólogo de La Gran Venezuela, el tristemente célebre plan de gobierno de CAP I, denunciado por Pérez Alfonzo como Plan de Destrucción Nacional, y según los expertos tanto de izquierda como de derecha, culpable de toda la crisis que desencadenó en el Viernes Negro de 1983 y las siguientes dos décadas pérdidas de los 80 y 90.
Después de destruir al país, pero convertido en millonario, Gumersindo se fue a vivir a los Estados Unidos, específicamente a la ciudad de Weston en Florida. Allí murió hace unos tres años.
Es decir, Francisco Rodríguez es un hijo y heredero no solo ideológico sino biológico de la camada de corruptos que puso sus servicios a favor de la destrucción del país y que quieren hacer de Doral la nueva capital económico-espiritual de Venezuela.
Dolarizar: la victoria final de los fondos buitres      
Uno de los resultados más letales del desastre económico dirigido por la dupla Carlos Andrés Pérez/Gumersindo Rodríguez, fue el endeudamiento del país: en la medida en que despilfarraron las reservas financiando la corrupción y la especulación/fuga de capitales de los empresarios, hundieron al país en deuda como “única” “alternativa” de financiamiento.
Esto lo comenzó el propio Gumersindo: ahora su hijo (que trabaja como cobrador de los principales tenedores de deuda venezolana) viene a completar la obra garantizando que cobren.
Puede contraargumentarse que la deuda actual de Venezuela tiene entre y poco y nada que ver con aquella, lo que es parcialmente cierto, sobre todo si se ignora que la dinámica déficit público-improductividad privada-fuga de capitales-endeudamiento, no nació con el chavismo. Sin embargo, lo que resulta fuera de cualquier discusión es el rol protagónico del hijo de Gumersindo en el drama de la deuda actual.
Y es que no solo Francisco Rodríguez es uno de los principales representante de los tenedores de deuda a través de su firma Torino Capital(de la cual, dicho sea de paso, no se ha desligado) sino que, según diversas fuentes, ha asesorado al gobierno actual en el manejo de la misma desde sus tiempos de Jefe para América Latina del Bank of American. 
Por la propia naturaleza de estas actuaciones cuando se dan, difícilmente puede comprobarse tal acusación al menos que algunas de las partes lo informe abiertamente. Sin embargo, no solo pasa que algunos de los sectores oposicionistas acusan a Francisco Rodriguez de apoyar y asesorar al gobierno de Nicolás Maduro (incluyendo su rol esta vez sí público, notorio y comunicacional como asesor económico de UNASUR en el marco de las negociaciones en República Dominicana) sino que, por otro lado, lo han llegado a acusar también de utilizar sus privilegios para favorecer a sus clientes en detrimento del país.
Sirva como ejemplo de esto un artículo de Francisco Toro (fundador del medio oposicionista Caracas Chronicles y amigo personal de Francisco Rodríguez) titulado Good and bad reasons to hates Francisco Rodríguez (Buenas y malas razones para odiar a Francisco Rodríguez), de marzo de 2017. En una parte de dicho artículo, Toro, luego de alabar a Rodríguez por varias razones y manifestarle su admiración y aprecio personal, pasa a comentar la polémica con Ricardo Haussman en cuanto a la posibilidad de que Venezuela entrara en default, tal y como este último había vaticinado y Rodríguez negado rotundamente; como conclusión del papel de Rodríguez en dicha polémica Toro se despacha con lo siguiente:
No es que Francisco posea los bonos cuyo pago está asesorando: no lo hace. Es que comerciar con la deuda venezolana es el pan y la mantequilla de Torino. El modelo de negocios de su empresa depende de la comisión que pagan los clientes cuando compran y venden los bonos que luego él aconseja seriamente a los políticos venezolanos que deben pagar.
Múltiples fuentes que consulté para este post me dijeron que, en caso de incumplimiento, el negocio de Torino probablemente se agotaría (..)
Lo que Francisco quiere que creamos es que, por alguna extraña coincidencia, el interés de sus clientes coincide con el nuestro. Por una confluencia fortuita, la política que está en el mejor interés de los venezolanos también es la que favorecen nuestros acreedores, que por un sorprendente golpe de suerte coincide con la política que mantendría en marcha el negocio de su empresa.
(…) Algunas personas ven esta situación y huelen un conflicto de intereses. Hablé con tres abogados por separado para esta historia, y estoy convencido de que no es la forma correcta de verlo. Un conflicto de intereses surge cuando una persona tiene el deber legal de actuar como agente ante dos directores diferentes. Esa no es la situación que enfrenta Francisco, porque tiene un deber legal con una sola parte: los clientes de Torino.
Entonces, volvemos a la cuestión de la credibilidad. Desde el punto de vista del deudor (es decir, el pueblo venezolano), recibir el consejo de alguien que tiene el deber legal de responder a sus acreedores es … bueno, digamos que puede no ser lo más inteligente que pueda hacer.
(…) Una empresa como Torino siempre reclutaría a un economista jefe de las filas de economistas que están genuinamente convencidos de que Venezuela debería pagar. Es un viejo mundo sucio en el que vivimos (…)”
Cambiendo lo que haya que cambiarle, la pregunta que se hace Francisco Toro sobre su tocayo es fundamental: ¿debe el pueblo venezolano fiarse de los consejos económicos y políticos de alguien cuyo compromiso está no con nuestro país sino con sus clientes y jefes pertenecientes a una jauría de fondos buitres especuladores y corruptos?

Independientemente sean verdad o no las acusaciones contra Francisco Rodríguez de haber asesorado al gobierno actual en el manejo de la deuda -lo que suena poco probable- lo que si es cierto es que su opinión con respecto al pago de la misma ha variado conforme entró al terreno electoral: tan solo el año pasado, Francisco Rodríguez desde su lugar de “experto” y cobrador de los buitres, no solo decía que “Venezuela puede pagar su deuda” y que era “improbable que cayera en default“, sino que afirmaba que “debía seguir pagándola recortando importaciones” y hasta proponía cómo hacerlo.  Sin embargo, ahora, menos de un año después  y al calor de una contienda en la que es cuasicandidato,  cambia de opinión y dice que está de acuerdo en que “no se pague lo que no se pueda pagar“. Entonces, ¿a cuál Francisco le creemos? ¿Al de 2017 que hacía campaña porque Venezuela pagara aún a costa de las importaciones y por tanto del abastecimiento del país?  ¿O al de 2018 que está en campaña electoral y dice que está de acuerdo en no pagar? Ahora bien, ¿son en realidad dos Franciscos distintos? ¿O será el mismo, solo que desdoblado en otra faceta para cumplir el sueño de llegar al ministerio de finanzas con un discurso demagogo, para una vez instalado allí, pagar él mismo a sus clientes y jefes a costa de los salarios y el bienestar de los venezolanos y las venezolanas?


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