“Resistencia vs. emancipación: Foucault, Marcuse, Marx y la actualidad”:
Por: Kevin B. Anderson
[Nota introductoria a la traducción al castellano]:
Este artículo apareció en el
año 2013, en medio de la ola de movimientos radicales que estallaron a raíz de
la Gran Recesión y de las revoluciones árabes del 2011. En los años siguientes
estas revoluciones fueron mayormente aplastadas por los viejos regímenes y
hemos presenciado la llegada al poder de los populismos de derecha, desde la
India a los EEUU, y desde Hungría a Brasil. En 2019, de todas formas, la ola
revolucionaria ha retornado al estallar significativos levantamientos en muchos
países, primero en Hong Kong y Sudán, y luego en Argelia, Chile y el Líbano.
Durante el mismo período
(2013/19), el marxismo ha experimentado un resurgimiento global, al mismo
tiempo que las ideas de Foucault han retrocedido. En un mismo nivel, este
declive ha sido provocado por las críticas de jóvenes intelectuales sobre la
indiferencia –o, lo que es peor, el posible apoyo- con que Foucault recibió el
surgimiento del neoliberalismo en los años previos a su muerte en 1984. Dicho
retroceso también puede ser relacionado, de modo dialéctico, con el
resurgimiento marxista.
De todas formas, el
pensamiento de Foucault continúa siendo un importante marco de referencia para
muchos críticos y filósofos sociales y activistas de izquierda, entre ellos
muchos anarquistas. Algunos anarquistas -y el movimiento antifascista de EE UU,
relacionado estrechamente con esta ideología-, al igual que Foucault, hacen
hincapié en la resistencia a expensas de la articulación de una alternativa
positiva y humanista (aun cuando la mención directa de Foucault ha disminuido).
Muchos intelectuales relevantes también admiran –y con razón- las críticas de
Foucault a la prisión moderna y al apparatus (dispositivo) de
la sexualidad. Además, muchos de sus seguidores continúan ocupando importantes
posiciones de dirección en algunas universidades, especialmente en EE UU e
Inglaterra, donde en ciertas ocasiones adoptan formas de radicalismo
supuestamente a la izquierda de Marx.
Por todas las razones
expuestas, mi crítica a Foucault del año 2013 puede ser todavía de algún
interés, por lo que me alegra su publicación en español.
Con un cálido agradecimiento
hacia José Saraví, el traductor.
[Kevin B. Anderson]
I. El cambiante mundo, 2011-12
Vivimos en un mundo muy
diferente al de hace solamente unos años atrás. No sólo hemos sufrido la mayor
depresión económica desde los años 30, además hemos presenciado la emergencia
de nuevas formas de la lucha de clases. Principalmente nos referimos a las
revoluciones árabes de 2011-12, aún en desarrollo. Desde 1848 el mundo no
experimentaba tal cantidad de situaciones revolucionarias en tan corto período
de tiempo. Por otro lado, a diferencia de los otros levantamientos democráticos
del nuevo siglo (Irán 2009, Ucrania 2004, Serbia 2000, etc.), las revoluciones
árabes lograron articular las demandas económicas con las políticas. La
propagación de estas revoluciones a países cuyos gobiernos han hecho gran
alarde de su antiimperialismo como Libia y Siria, han puesto a prueba a todos
aquellos en la izquierda que ponen la oposición al imperialismo de EE UU por
encima de cualquier otra cuestión (1).
Algunos otros conflictos
estratégicos han emergido junto al despertar de las revoluciones árabes, entre
ellos las revueltas de la juventud inglesa del verano del 2011, un serio
cuestionamiento al Estado racista y represor y la austeridad económica. Todavía
veremos otros fuertes movimientos contra la austeridad y la opresión económica,
sobre todo en Grecia (desde antes del 2011), aunque también en España e Israel,
así como la de los trabajadores de Wisconsin. En EE UU e Inglaterra, el
movimiento Occupy de 2011-12 ha galvanizado una nueva generación de jóvenes
radicales, muy notable en Oakland, California, donde han sido capaces de
paralizar uno de los mayores puertos del mundo, por momentos conectados con las
protestas por el asesinato del joven afronorteamericano Oscar Grant, perpetrado
por un policía de tránsito local.
Pueden hacerse algunas
críticas a estos movimientos sobre sus prácticas organizativas o sus posiciones
políticas. En la exposición que sigue, sin embargo, me gustaría concentrarme en
una orientación filosófica que ha influido en los movimientos radicales
contemporáneos, centrado en la preocupación por las distintas nociones de resistencia.
II. Foucault y la resistencia
En la última década las
corrientes de pensamiento post-estructuralista se han fusionado con los
anarquistas o algunos elementos marxistas produciendo nuevas nociones de
resistencia. Estas nociones incluyen, entre otras: resistencia al poder, al
Estado, a la vigilancia, a la hegemonía cultural y al capital.
Sin duda, esto constituye un
avance sobre otras formas de radicalismo intelectual -desde Althusser hasta
Adorno- que privilegiaron la hegemonía hasta casi la exclusión del concepto de
resistencia. Pero este avance ha tenido su precio, como discutiremos aquí.
Sin embargo, antes de empezar
debemos preguntarnos: ¿de dónde proviene el uso actual del término resistencia?
No, aparentemente, de los movimientos de resistencia contra el fascismo durante
la Segunda Guerra Mundial. Podemos, en cambio, rastrear el uso corriente del
término en un origen más reciente: los escritos de Michel Foucault sobre poder
y resistencia. Aunque este término no es muy utilizado por Foucault en sus
primeros escritos, en 1976 ubica la resistencia al mismo nivel que el poder. A
esa altura, él describe al poder como una “relación”, “no algo que se adquiera,
arranque o comparta” (2). Esta noción de poder como relación seguramente fue
acuñada teniendo en mente -y probablemente como un sustituto o superación del
mismo- el concepto marxista del capital como una relación social, y no como una
cosa.
Foucault afirma, además:
“donde hay poder hay resistencia, y no obstante (o mejor: por lo mismo), ésta
nunca está en posición de exterioridad respecto del poder (…). No pueden
existir más que en función de una multiplicidad de puntos de resistencia (…).
Respecto del poder no existe, pues, un lugar del Gran Rechazo
-alma de la revuelta, foco de todas las rebeliones, ley pura del
revolucionario. En cambio encontramos casos específicos de resistencia (…).
Constituyen el otro término en las relaciones de poder; en ellas se inscriben
como el irreducible elemento de enfrentamiento” (3).
Advirtamos -y volveré sobre
esto más adelante- el ataque explícito de Foucault a la noción marcusiana de
Gran Rechazo, uno de sus pocas confrontaciones directas con la teoría social de
la Escuela de Frankfurt.
III. Crítica del concepto
foucaultiano de resistencia
¿Por qué este concepto
de resistencia ha reemplazado en gran medida a algunos
precedentes como emancipación, liberación, sociedad
libre de explotación/alienación, y otros similares, y a qué coste?
A nivel del activismo
político, un coste obvio de adoptar o eventualmente ajustar este término está
relacionado con el hecho de que no todas las formas de resistencia son
equivalentes. ¿Es la resistencia al poder desde la derecha lo mismo que desde
el marxismo o el anarquismo? ¿Es la resistencia al imperialismo de Occidente
desde el fundamentalismo religioso lo mismo que desde los movimientos de
liberación nacional? ¿Es la resistencia de la iglesia católica a las campañas
oficiales de control de la natalidad en EEUU lo mismo que desde el movimiento
obrero? ¿Son las fundamentalistas religiosas que ocuparon la Mezquita Roja en
Islambad (Pakistán, 2007), con el fin de aniquilar la libre expresión,
equivalentes a las feministas socialistas también de Pakistán como Malala
Youzafrai, quien sufrió un intento de asesinato por causas similares? (4).
Este tipo de cuestiones
subyacen al embarazoso apoyo de Foucault al liderazgo del Ayatollah Khomeini
durante la Revolución Iraní de 1978-9, durante la cual desestimó las
preocupaciones expresadas por las feministas iraníes. Al asumir el poder
Khomeini en 1979, Foucault escribió sobre la resistencia islámica al
imperialismo, después de referirse de forma burlona a nociones
marxistas-leninistas del tipo “lucha de clases, destacamentos armados” por
estar fuera de tiempo y lugar (5): “De tal manera, es cierto que como un
movimiento islámico, puede encender la región, haciendo tambalear los regímenes
más inestables y alborotar a los más sólidos. El Islam -que no es solamente una
religión sino un modo de vida, la adhesión a una historia y a una civilización-
tiene buenas posibilidades de convertirse en un barril de pólvora afectando a
cientos de millones de personas. Desde ayer, todo Estado musulmán puede ser
revolucionado desde su interior, basándose en sus tradiciones consagradas” (6).
Un segundo problema es que el
concepto foucaultiano de resistencia carece de la noción de emancipación. Como
John Holloway argumenta, “en el análisis de Foucault existe una inmensa
multitud de resistencias que son esenciales al poder, pero no existe
posibilidad de emancipación. La única posibilidad es una cambiante constelación
de poder-y-resistencia sin fin” (7).
En su introducción a una
selección de escritos de Marcuse, D. Kellner, C. Pierce y T. Lewis (2011)
sostienen un argumento similar, en una vena más filosófica: “con el surgimiento
del posmodernismo y el discurso del poder -en particular, Foucault y su crítica
del Gran Rechazo-, se puso de moda el reemplazo de la revolución por la
resistencia (o micro-resistencia). La resistencia es aquí interna al poder y en
última instancia producida por el poder; por lo tanto, desafía al poder desde
adentro”. Kellner y sus colegas continúan citando la crítica en la que S. Zizek
dice que tal concepto de resistencia “no da lugar a la postura radical de la
reestructuración del orden simbólico hegemónico, consumada en su totalidad”(8).
IV. El Gran Rechazo de
Marcuse
¿Qué quiso expresar realmente
Marcuse con su Gran Rechazo? En su libro El hombre
unidimensional (1964), extensamente difundido en Francia durante los
años previos a la publicación de Historia de la sexualidad de
Foucault (1976), Marcuse ubicó la oposición revolucionaria al capitalismo
moderno, no entre los sectores empleados de la clase obrera, sino entre los
bohemios, los desempleados, y las minorías raciales, quienes desafiaban “las
reglas del juego”:
“Sin embargo, bajo la base
popular conservadora se encuentra el sustrato de los proscritos y los extraños,
los explotados y los perseguidos de otras razas y de otros colores, los parados
y los que no pueden ser empleados…… Así, su oposición es revolucionaria aún si
su conciencia no lo es. Su oposición golpea al sistema desde el exterior y por
lo tanto no es derrotada por el sistema…… La teoría crítica de la sociedad no
posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el presente y
su futuro; sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo
negativa. Así, quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado y
dan su vida al Gran Rechazo” (9).
Por más que mucho de esto
fuera expresado en un lenguaje de profundo pesimismo sobre las perspectivas
futuras de la humanidad, está claro que la visión revolucionaria de Marcuse
incluía la necesidad de una completa abolición de las relaciones capitalistas,
de la clase social sobre las que se basan y sus nocivos subproductos, desde el
militarismo hasta el embrutecedor conformismo de la sociedad de consumo. En
resumen, él veía la necesidad de una revolución total, por más improbable que
pudiera parecer su posibilidad histórica.
El principal desacuerdo entre
Marcuse y Foucault fue el siguiente: a menos que esas formas de resistencia se
transformasen en formas de emancipación, ligadas a una visión de nuevas
relaciones humanas, serían la fundación y el logro de poco o nada más que ese
gesto de Gran Rechazo.
En gran parte, el Gran Rechazo
marcusiano estuvo basado en la noción hegeliana de negatividad, de absoluta
negatividad, donde se construye lo positivo al tiempo que lo viejo está siendo
negado. Esto es, desde luego, lo que Marx afirmó en los Manuscritos cuando
calificó a la negatividad de “principio motor y generador” de la filosofía de
Hegel (10).
Pero el Gran Rechazo marcusiano
también nos trae ecos del “deber ser” kantiano, donde lo normativo y lo
descriptivo son separados radicalmente. Esto puede verse en la bastante
abstracta crítica kantiana de la guerra. Donde los absolutos hegelianos son
concretos, en el sentido de ligarse a reales posibilidades en un mundo dado,
Kant fue más abstracto, por ejemplo, con panaceas como la Paz Perpetua,
que aconsejaba a las naciones en guerra desde su pedestal filosófico, sin
señalar ninguna fuerza social concreta capaz de llevar a cabo semejante
transformación.
El grito generalizado
contra la injusticia y la opresión con el que Holloway comienza Cambiar
el mundo sin tomar el poder también padece de algunos de estos
problemas, como cuando afirma: “La pérdida de la esperanza en la posibilidad de
una sociedad más humana no es resultado de que las personas estén ciegas a los
horrores del capitalismo, es, simplemente, que parece no haber ningún otro
lugar adonde ir, ninguna otredad a la que volverse…… Entonces, quizás no
deberíamos abandonar nuestra negatividad, sino que, por el contrario,
deberíamos intentar teorizar el mundo desde la perspectiva del grito” (11).
V. Dunayevskaya, Marcuse y
Foucault
Visto desde la óptica
foucaultiana de la interminable constelación de poder-resistencia-poder,
el Gran Rechazo de Marcuse guarda ciertas similitudes con la
crítica del marxismo del siglo XX articulada por mi mentora, la filósofa
marxista-humanista Raya Dunayevskaya:
“Sin dicha visión de nuevas
revoluciones, un nuevo individuo, un nuevo universal, una nueva sociedad, ni
nuevas relaciones humanas”, y “sin una filosofía de la revolución, el activismo
se agota en el mero antiimperialismo y anticapitalismo, sin nunca revelar su
razón de ser” (12).
Dunayevskaya además
conceptualizó algunos grupos y fuerzas sociales de oposición -el activismo
sindical, la juventud, el feminismo radical, los afrodescendientes y otras
minorías raciales, y los movimientos tercermundistas -que podrían ser,
autoorganizados y en unidad, lo suficientemente poderosos para dar vida a la
aspiración por una nueva sociedad. En contraste, la política emancipatoria de
Marcuse en la forma del Gran Rechazo continuó representando
más bien una actitud existencial, carente de una seria posibilidad de
realización a causa de su forma de negación, indeterminada antes que
determinada o específica (13).
Por otro lado, al llevar
su Gran Rechazo a tan alto nivel de indeterminación, Marcuse
-así como el marxismo emancipatorio de los años 60 más generalmente- quedó
expuesto a las críticas de Foucault y otras similares. De acuerdo con Foucault,
el Gran Rechazo fue un montón de aire caliente mezclado
con nobles sentimientos, como se ha visto en muchos pronunciamientos de
filósofos radicales como Jean Paul Sartre. Para Foucault, dichos filósofos
siempre están dispuestos a asumir una posición, pero no a realizar la labor
intelectual necesaria para desarrollar realmente el conocimiento. Recordemos la
evocación foucaultiana del intelectual específico antes que el generalista
(como Sartre), algo que él practicó durante su trabajo de apoyo a los presos
durante los años 70, durante los cuales llevó a cabo la investigación que
redundaría en su influyente libro Vigilar y castigar. Desde luego,
dicho libro también contenía muchas limitaciones, especialmente la
subestimación de las corrientes emancipatorias que atravesaron el sistema
penitenciario occidental durante los años 70, como se demostró dramáticamente
en el levantamiento de la prisión de Attica del año 1971.
VI. Marx y los concretos
universales: La dialéctica de etnia y clase
¿Puede la obra de Marx -y la
de Hegel, su mentor filosófico- ayudarnos a resolver el acertijo que nos ha
dejado Foucault, así como Marcuse y Halloway? ¿Puede acaso proveernos
universales emancipatorios que sean verdaderamente concretos? Y aunque sea éste
el caso, ¿sus universales todavía hoy podrían interpelarnos, podrían todavía
guiar nuestra práctica?
Como afirmo en mi último
libro, Marx at the Margins (14), la crítica marxista del
capital era a la vez global y local, universal y particular. Durante cuatro
décadas, Marx examinó la relación de la raza, la etnia y el nacionalismo con la
revolución, particularmente en Polonia y en la Guerra Civil norteamericana, y
en Irlanda. Estos escritos desmienten la idea de que la conceptualización
marxista de la modernidad capitalista constituye una gran narrativa totalizante,
en la cual son subsumidas las categorías de raza, etnia y nación.
Tomemos, por ejemplo, sus
escritos sobre Irlanda de 1869-70, donde se conecta clase con nacionalismo,
raza y etnia -un debate que había comenzado con sus escritos sobre Polonia y la
Guerra Civil estadounidense. En el seno de la Primera. Internacional, Irlanda
fue una de las principales causas de la ruptura con el anarquista Miguel
Bakunin, quien no quería que la Internacional se viera envuelta en
asuntos no clasistas, como la defensa de los presos políticos
irlandeses. Por su parte, Marx pensaba que este asunto estaba íntimamente
conectado con la lucha de clases en Gran Bretaña. Todo esto lo condujo a
importantes reflexiones teóicas.
Hacia 1870, Marx veía la
profunda ligazón de la lucha independentista irlandesa con la lucha de los
trabajadores británicos contra el capital. Esto se ve en la “Comunicación
confidencial” de marzo de 1870, una réplica a Bakunin que escribió en nombre
del Concejo General de la Internacional. La conciencia de la clase trabajadora
inglesa, escribió Marx, era atenuada por el prejuicio anti-irlandés, en una
dinámica similar al racismo blanco en los EEUU:
“El obrero medio inglés odia
al irlandés, al que considera un rival que hace que bajen los salarios y
su standard of life (…). Lo mira casi como los blancos pobres
de los estados meridionales de Norteamérica miraban a los esclavos negros. La
burguesía fomenta y conserva artificialmente este antagonismo entre los
proletarios dentro de Inglaterra misma. Sabe que en esta escisión del
proletariado reside el auténtico secreto del mantenimiento de su poderío.”
(15).
Además, la lucha
independentista irlandesa, escribió en su réplica a Bakunin, podría convertirse
en la “palanca” que podría desafiar al capitalismo inglés y, por tanto, global
como parte de una lucha revolucionaria internacional:
“La iniciativa revolucionaria
partirá, sin duda, de Francia, pero sólo Inglaterra podrá servir de palanca
para una revolución económica seria (…). Es el único país en el que la
forma capitalista, es decir, la agrupación del trabajo en vasta escala bajo
el poder de patronos capitalistas se ha extendido casi a toda la producción……
Los ingleses poseen todas las premisas materiales necesarias
para la revolución social. Lo que les falta es espíritu de
generalización y fervor revolucionario. Sólo el Consejo General está en
condiciones de remediarlo y acelerar de este modo el movimiento auténticamente
revolucionario en este país y, por consiguiente, en todas partes……
Si bien Inglaterra es el baluarte de los grandes propietarios de tierra y del
capitalismo europeo, el único punto en el que se le puede asestar un duro golpe
a la Inglaterra oficial es Irlanda” (16).
La última afirmación sobre los
terratenientes está referida al campesinado revolucionario irlandés. Su
oposición al sistema era acrecentada por la cuestión nacional, ya que la clase
terrateniente en Irlanda era en su gran mayoría británica, no irlandesa. Irlanda
era además donde la aristocracia terrateniente, parte de la clase dirigente
inglesa junto al capitalismo industrial, tenía importantes propiedades. Es de
destacar que ese período fue además marcado por el surgimiento del fenianismo,
un movimiento nacionalista revolucionario con un fuerte componente clasista
enfrentado tanto a los terratenientes irlandeses como a los ingleses.
VII. Marx: Fuerzas productivas
y tiempo libre
Por supuesto, el núcleo de los
trabajos de Marx examinaba las relaciones capitalistas y su superación, no la
emancipación nacional. Después de todo, este fue el centro de sus argumentos
sobre el trabajo en Irlanda e Inglaterra, sobre la emancipación nacional
irlandesa y sobre la revolución de la clase obrera inglesa (ambas potenciales
por supuesto). Todo esto se apoya en las conquistas de la era capitalista,
sobre todo el monopolio de las fuerzas productivas. Como desarrolló
extensamente en los Grundrisse, estas nuevas fuerzas productivas
crearon la posibilidad de tiempo libre creativo para todos en lugar del trabajo
embrutecedor, siempre y cuando el capitalismo pudiera ser superado:
“La creación de mucho tiempo
disponible -aparte del tiempo de trabajo necesario- para la sociedad en
general, y para cada miembro de la misma (esto es, margen del desarrollo de
todas las fuerzas productivas del individuo y por ende también de la sociedad),
esta creación de tiempo de no trabajo, se presenta desde el punto de vista del
capital, al igual que en todos los estudios precedentes, como también de no trabajo
o tiempo libre (sólo) para algunos. El capital, por añadidura, aumenta el
tiempo de plustrabajo de la masa mediante todos los recursos del arte y de la
ciencia (…). De esta forma, a pesar de sí mismo, es útil para la creación de
los medios de tiempo social disponible, para reducir a un mínimo decreciente el
tiempo de trabajo de toda la sociedad y así, volver libre el tiempo de todos
para el propio desarrollo de los mismos.” (17).
Eventualmente, sostuvo Marx,
este potencial no realizado desafiaría por sí mismo al capitalismo, y los
obreros se movilizarían para derribarlo: “Una vez que lo haga……el desarrollo de
la fuerza productiva social será tan rápido que….crecerá el tiempo disponible
de todos. Ya que la riqueza real es la fuerza productiva desarrollada de todos
los individuos. Ya no es entonces, en modo alguno, el tiempo de trabajo, la
medida de la riqueza, sino el tiempo disponible” (18).
Para Marx, no obstante, este
doloroso camino a través del modo capitalista de producción no necesariamente
tendría que ser transitado por todas las sociedades, ya que sólo algunas entre
las más avanzadas habían desarrollado dichas fuerzas productivas, si bien en
medio de toda la explotación y alienación del capitalismo.
VIII. Marx: Los múltiples
caminos del desarrollo y de la revolución
Al final de su vida, Marx
examinó el asunto de si acaso Rusia y las sociedades agrarias de Asia estarían
destinadas inevitablemente a modernizarse a la manera capitalista occidental.
En su conocida carta a la revolucionaria rusa Vera Zasulich de 1881, concluyó
que eran posibles caminos alternativos de desarrollo. Basó su juicio en gran
parte en las marcadas diferencias entre la estructura social del campo ruso (y
frecuentemente sus contrapartes asiáticas), con su propiedad comunal y relaciones
de producción, y el campo bajo el feudalismo en Europa occidental, con sus
relaciones sociales algo más individualizadas. También agregó que sus recientes
estudios de la sociedad rusa “me han convencido de que la comuna es el punto de
apoyo para la regeneración social de Rusia” (19). En el prólogo a la edición
rusa de1882 del Manifiesto Comunista, Marx y Engels sugirieron que un
levantamiento provocado por esas formaciones comunales en Rusia podría ser el
puntapié inicial de una revolución comunista mundial, si dicho movimiento se
conectara con uno similar en territorio del capitalismo occidental.
Por otro lado, Marx elaboró un
aspecto filosófico clave durante una de sus reflexiones, que desafía la
acusación posmodernista (de F. Lyotard y otros) de que su trabajo constituyera
una gran narrativa más, o una totalidad en la cual quedaran
subsumidas todas las particularidades. Esto también es relevante en lo que
respecta al planteamiento foucaultiano de casos específicos de resistencia contra
un holístico Gran Rechazo. Este es un punto que nos conduce
nuevamente, tanto a la diferencia con el abstracto universal a la manera
kantiana como al tipo hegeliano del universal concreto.
En una carta de 1877 en
respuesta a una crítica a El Capital por unilateral del
escritor ruso N. K.Mikhailovsky, Marx se defendió de su acusación, según la
cual Rusia debería seguir el mismo camino que Inglaterra, haciendo progresar
primero sus fuerzas productivas y sólo después podría contemplar la posibilidad
de la verdadera emancipación, de una sociedad socialista. En respuesta a sus
críticos, y al torpe intento de su mentor Mikhailovsky de defenderlos,
atribuyéndole la autoría de una teoría simplemente formalista, Marx negó
explícitamente que hubiera desarrollado “una teoría histórico-filosófica sobre
la evolución general, fatalmente impuesta a todos los pueblos…” (20). Esto
además modificó su posición en los escritos de 1853 para el New York
Tribune sobre India, donde implícitamente apoyaba al colonialismo
británico como una etapa necesaria en la modernización de Asia, una posición
que él y Engels también tomaron con respecto a China en el Manifiesto Comunista
(1848).
De este modo, en la década de
1880 Marx no solamente estaba teorizando de manera muy concreta sobre las
posibilidades revolucionarias de Rusia en toda su especificidad, mientras
ligaba al mismo tiempo el movimiento revolucionario ruso -basado en el campesinado-
con el movimiento radical de los obreros occidentales. Además, lo estaba
esbozando filosóficamente al desechar explícitamente la necesidad imperiosa de
“una teoría histórico-filosófica sobre la evolución general, fatalmente
impuesta a todos los pueblos” (21).
IX. Los universales concretos
de Hegel
Todo esto estaba basado en el
lado más crítico y revolucionario del legado hegeliano, no en sus textos más
conservadores como Filosofía del Derecho o Filosofía
de la Historia, sino en los más abstractos como Fenomenología del
Espíritu, la Ciencia de la Lógica, y Filosofía del
Espíritu. Como observó Raya Dunayevskaya: “Precisamente donde Hegel parece
más abstracto, donde parece cerrar totalmente las puertas al movimiento general
de la historia, allí deja entrar la savia de la dialéctica: la negatividad
absoluta.” (22).
Pero como Marx, Hegel también
evitó los universales abstractos de tipo kantiano; de hecho, los criticó
severamente. Es famoso su ataque a la universalidad abstracta,
ejemplificada por “una noche en la cual, como dice el dicho, todas las ovejas
son negras” (23). El dardo hegeliano iba dirigido directamente hacia todas las
versiones de la razón iluminista que él consideraba demasiado formalistas, las
cuales conceptualizaban la experiencia humana por la vía de categorías que
descuidaban las particularidades históricas y culturales. En resumen, lo
particular estaría siendo engullido por lo universal.
Al mismo tiempo, los
particulares hegelianos con frecuencia apuntan en dirección a lo universal.
Así, el esclavo desarrolla una “opinión sobre sí mismo” en su famosa reflexión
sobre el amo y el esclavo en la Fenomenología, lo que significa un
gran paso en el desarrollo de la conciencia humana, parte del camino hacia la
negatividad absoluta. Al mismo tiempo, el voluntarismo autosatisfecho y el
exagerado sentido de importancia del amo constituyen un callejón sin salida en
la misma ruta hacia la emancipación de dicha conciencia.
Por otra parte, de acuerdo con
Hegel, lo universal puede algunas veces ejercer presión sobre lo particular,
empujándolo hacia la emancipación universal. Este no es un proceso fácil, y
conlleva marchas y contramarchas. Algunos de ellos son gigantescos fracasos, el
Terror bajo la revolución francesa por ejemplo el cual, según Hegel, devoró
dicha revolución a causa de su intento de saltar con rapidez a la libertad
absoluta. Aquí, Hegel nos brinda una crítica avant la lettredel
totalitarismo moderno con sus juicios espectaculares y purgas, desde la Rusia
de Stalin hasta la Alemania nazi y la China de Mao.
El influjo de lo universal, de
la futura emancipación siempre está ahí, aun si por momentos se encuentra
sumergida, oculta bajo la superficie de la sociedad. Por ejemplo, en algún
punto -en una declaración que enfurece a empiristas y realistas- Hegel escribe
que “el hecho es, antes de que exista” (24). C. L. R. James posteriormente lo
expresó con términos marxistas en su famosa expresión: “el futuro está en el
presente” (25).
X. Marx y la emancipación
humana
El universal concreto de Hegel
está indudablemente relacionado con el concepto marxista de la emancipación
humana. En 1859 Marx describió al capitalismo, simplemente, como una parte de
la “prehistoria de la sociedad humana” (26). Esto claramente se apoya en el
concepto de socialismo, y de la emancipación del trabajo. Este tema puede
encontrarse a lo largo de toda su obra, y en su obra de juventud La
ideología alemana (en coautoría con Engels), con su visión de la vida
en el comunismo como aquella donde el individuo podrá desarrollar tanto el
trabajo intelectual como el manual, procurando su comida a la vez que
filosofando. Esto marca también las teorizaciones maduras de su Crítica
al Programa de Gotha (1875) sobre la superación de “la antítesis entre
trabajo manual y el trabajo intelectual” (27).
Marx hace alusión a esta
noción de una emancipación completa de la existencia humana no sólo en varios
textos cortos, sino además a lo largo de sus trabajos principales de crítica de
la economía política, desde los Grundrisse hasta El
Capital, como Peter Hudis ha expuesto en su Marx’s Concept of the
Alternative to Capitalism. En los Grundisse, Marx escribió:
“…si se despoja a la riqueza
de su limitada forma burguesa, ¿qué es la riqueza sino la universalidad de las
necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos,
creada en el intercambio universal? ¿(Qué, si no) el desarrollo pleno del
dominio humano sobre las fuerzas naturales, tanto las de la así llamada
naturaleza como sobre su propia naturaleza? ¿(Qué, si no) la elaboración
absoluta de sus disposiciones creadoras sin otro presupuesto que el desarrollo
histórico previo, que convierte en objetivo a esta plenitud total del
desarrollo de todas las fuerzas humanas, que en cuanto tales, no medidas con un
patrón preestablecido? ¿(Qué, sino una elaboración como resultado
de)) la cual el hombre no se reproduce en su carácter determinado, sino que
produce su plenitud total? ¿(Como resultado de) la cual no busca permanecer
como algo devenido, sino que está en el movimiento absoluto del devenir?” (28)
Una década después, en El
Capital, Marx elaboró su concepto del fetichismo de la mercancía,
según el cual las relaciones humanas son equivalentes a las relaciones entre
las cosas, totalmente objetivadas e instrumentalizadas. Para ser exactos, es
una óptica distorsionada, pero también es en parte una realidad que, bajo el
capitalismo, eso es “lo que son realmente” las relaciones humanas. Un pasaje
escalofriante… Y mientras Marx contrapone el sutil, encubierto fetichismo de la
mercancía con la brutal dominación del feudalismo sobre el campesinado,
mayormente la comparación es con la aún no nacida sociedad, que está en todo
caso preñada con el capitalismo en su interior. Aquí es donde el velo del
fetiche que oculta la realidad de las relaciones sociales es barrido por la
auto-organización de la clase trabajadora: “La figura del proceso social de
vida…… solo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres
libremente asociados, estos la hayan sometido a su control planificado y
consciente” (29). Esto requiere un “fundamento material” que se ha desarrollado
a través de un largo y doloroso proceso, durante muchos siglos (p.173).
Trabajo
libre y asociado es también el término que utilizó Marx para describir la
Comuna de París (1871) en La guerra civil en Francia. Allí, afirmó
que la Comuna constituyó “la forma política más avanzada descubierta bajo la
cual conseguir la emancipación económica del trabajo” (30). Del mismo modo, tan
pronto como en 1843, escribió sobre la diferencia entre la emancipación
meramente política y la completa emancipación humana: “la emancipación política representa
un gran progreso y, aunque no sea la forma última de la emancipación humana en
general, sí es la forma última de la emancipación humana dentro del
orden del mundo actual” (31); (32); (33).
Este dialéctico y
prefigurativo punto de vista está muy lejos del concepto foucaultiano de
pluralidad de resistencias, un concepto que impide plantear la
visión de un futuro en el cual dichas resistencias podrían ya no ser
necesarias.
Para ser exactos, Marx
mencionó el término resistencia de vez en cuando, por ejemplo,
en su descripción de la lucha de los trabajadores contra las voraces
pretensiones del capital, por la disminución de las horas de trabajo: “No bien
la clase obrera, aturdida por el estruendo de la producción, recobró el
conocimiento, comenzó su resistencia, y en primer lugar en el país natal de la
gran industria, Inglaterra” (34). Pero él lo ligaba a un más amplio concepto de
la emancipación humana.
Incluso Holloway, uno de los
críticos más incisivos desde la izquierda a Foucault, falló al momento de
desarrollar completamente dicho futuro de emancipación a un nivel filosófico,
basado como está en una forma de negatividad dialéctica, la de T. Adorno, en la
cual lo positivo al interior de lo negativo es dejado de lado, si no
abiertamente rechazado. Como escribieron Arvind Gosh y Peter Hudis:
“Lo que Holloway falla en
discriminar, de todos modos, es que para Marx la mera negatividad no supera por
sí misma el fetichismo de la mercancía. En el primer capítulo de El
Capital no dice que el embrujo del fetichismo de la mercancía pueda
ser roto simplemente a través de la ´resistencia cotidiana´ o la pura
negatividad. En cambio, dice que dicho embrujo es roto cuando tenemos ´a
cambio, la mancomunidad de individuos libremente asociados´” (35). Esto señala
la limitación de la noción del grito de Holloway, como se ha
mencionado más arriba.
XI. Conclusiones
1. Las teorías de la
resistencia basadas en Foucault, además de otras discusiones contemporáneas,
exhiben serios problemas, entre ellos nociones de resistencia que fallan en
distinguir entre diferentes tipos de resistencia al poder, ya sean
reaccionarios o emancipatorios.
2. Otro problema es que la
noción de resistencia a menudo implica una serie de circularidad o permanencia
de resistencia -y de poder- que obstruye la posibilidad de una trascendencia
del capital y del Estado de una manera positiva, emancipatoria.
3. El Gran Rechazo de
Marcuse, que Foucault atacó injustamente, es un ejemplo clave de política
verdaderamente emancipatoria. Al mismo tiempo, sin embargo, el Gran
Rechazo es demasiado abstracto, con vestigios del formalismo kantiano,
proporcionando así una brecha para el tipo de críticas formuladas por Foucault.
4. Un regreso a Marx
posteriormente a estos debates entre resistencia y emancipación demuestra que
su dialéctica general -arraigada en Hegel- no es la de un universalismo
abstracto, sino que contiene espacio suficiente para abarcar las
especificidades de nación, etnia y raza, asuntos sobre los cuales él hizo
contribuciones importantes y originales. La teorización de Marx sobre raza,
etnicidad y nacionalismo en relación con clase y revolución permanece muy
relevante en la actualidad, como puede verse por ejemplo en las revueltas de la
juventud británica de 2011.
5. Especialmente en sus
últimos escritos, Marx teorizó sobre modos autóctonos de oposición al capital y
su necesidad de conectarse con las clases trabajadoras de los sectores más
desarrollados tecnológicamente (y viceversa). La persistencia de estos asuntos
puede ser observada principalmente hoy en algunas partes de América Latina,
como Bolivia.
6. Por último, el proyecto
intelectual de Marx en conjunto es guiado por la visión futura de una sociedad
emancipada. Este es el punto de vista desde el cual evaluaba, criticaba, y basó
sus intentos de trascender la sociedad capitalista.
Kevin B. Anderson es
profesor en la Universidad de California, Santa Bárbara, y autor de varias
obras, entre ellas Marx at the margins: On Nationalism, Ethbicity and
Non-Western Societies.
Notas
- Anderson,
K. (2012) “Year Two of the Arab Revolutions”, Logos Journal11:4.
- Foucault, M. (2014), Historia de
la sexualidad vol.1. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, p. 116.
- Op. cit., pp 116/17.
- Weinberg,
B. (2012). “Will American Left Betray Heroine Malala Yousafzay?”, World
War 4 Report, 12710/2012 http://www.ww4report.com/node/11487.
- AfaryJ.
y Anderson K.(2005) Foucault and the Iranian Revolution,
Chicago: University of Chicago Press, p. 239.
- Op. cit., p. 241.
- Holloway, J. (2002) Cambiar el
mundo sin tomar el poder, Chile-Argentina: Editorial Herramienta, p.
45.
- Introducción
a Marcuse, Psychoanalysis and Emancipation, Nueva York:
Routledge, 2011, p. 63.
- Marcuse, H. El hombre
unidimensional, Barcelona, Planeta – Agostini, 1985, pp 285/6.
- Marx, K. (1978) En Fromm (comp.) Marx
y su concepto del hombre. México: Fondo de Cultura Económica, p. 183.
- Holloway,
J. Op. cit., p 13.
- Dunayevskaya, R. .http://rosalux.org.mx/sites/default/files/node_gallery/rosa_luxemburgo_por_dunayevskaya.pdf,
p. 397.
- Sobre la ausencia de un concepto de
negación determinada en el pensamiento de Marcuse, ver Kellner, H. Herbert
Marcuse and the Crisis of Marxism, Berkeley: University of California
Press, 1984.
- Anderson,
K. (2010) Marx at the Margins: On Nationalism, Ethnicity and
Non-Western Societies. Chicago: University of
Chicago Press. (Disponible en Internet).
- Marx, K. Extracto de una
comunicación confidencial,http://www.marxists.org/espanol/m-e/i870s/educ70s.htm.
- Marx, K. y Engels, F.Op.cit.
- Marx, K. Grundrisse. México,
Siglo XXI Editorial, pp 231/2.
- Marx, K. Op. cit., pp 231/2
- Marx, K. (1990), “Borradores de una
respuesta”. En T. Shanin (ed.), El Marx tardío y la vía rusa,
Madrid: Editorial Revolución, p.160.
- Marx, K. Op. cit., p. 174.
- Marx, K. Op. cit., p. 174.
- Dunayevskaya, R. https://desarmandolacultura.files.wordpress.com/2018/04/dunayevskaya-raya-filosofia-y-revolucion-de-hegel-a-marx-y-de-sartre-a-mao.pdf.,
p. 44.
- Hegel, G. (1992) Fenomenología del
Espíritu, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, p. 15.
- Hegel, G., Ciencia de la Lógica vol.
2.
- James,
C. L. R. (1980), “Dialectical Materialism and the Fate of Humanity”. Spheres
of Existence: Selected Writings, Londres: Alison & Busby, p.
79.
- Marx, K. (2014),“Crítica del Programa de
Gotha”, Antología. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, p. 346.
- Hudis,
P. Marx´s Concept of the Alternative to Capitalism (Leiden:
Brill, 2012).
- Marx,
K. Grundrisse vol. I, pp 447/448.
- Marx, K. (2012)El Capital, vol. I,
Buenos Aires: Siglo XXI Editores, p. 97.
- Marx, K. La Guerra civil en
Francia. Disponible
en:marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/guer.htm.
- Marx, K. (2014) “Sobre la cuestión
judía”. Antología, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, p. 36.
- Comninel,
G. “Emancipation in Marx´s Early Work”, en Marx for Today,
ed.:Musto, M, Nueva York: Routledge, 2012, pp 73-91
- En mi libro Marx at themargins he
reflexionado sobre las limitaciones en la caracterización de los judíos y
el judaísmo contenidos en el ensayo de Marx.
- Marx, K. (2017) El Capital,
vol. I, p. 345.
- “Can
We Change the World without Taking Power?” Open
Space Forum (India), 19 de octubre de
2005. http://www.openspaceforum.net/twiki/tiki-read_article.php?articleId:49).
Gosh, A. y Hudis, P.
https://marxismocritico.com/2020/06/05/resistencia-vs-emancipacion/#more-13072
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